¿Por qué esperar a que alguien quiera acompañarte? A los 40 muchas cosas cambian. A veces los hijos ya son más independientes, o simplemente empezamos a escucharnos más. El ritmo de vida nos obliga a ir tan deprisa, que nos olvidamos de qué nos gusta de verdad, qué nos apetece hacer ...
A los 40 muchas cosas cambian. A veces los hijos ya son más independientes, o simplemente empezamos a escucharnos más. El ritmo de vida nos obliga a ir tan deprisa, que nos olvidamos de qué nos gusta de verdad, qué nos apetece hacer o qué tipo de vacaciones nos llenan.
Y ahí es donde entra el viaje en solitario. Porque no necesitas que nadie más tenga los días libres, ni que le guste el mismo destino, ni que le parezca buena idea. Solo necesitas escucharte a ti. ¿Qué te apetece? ¿Qué lugar llevas tiempo queriendo conocer?
Viajar sola no significa estar sola. Significa que tú decides. Qué ves, dónde paras, cuándo descansas. Significa que te pones a ti en el centro. Y eso, a veces, se nos olvida.
Lo ideal es empezar por destinos cómodos, seguros y con buena infraestructura para turistas. Aquí van algunos que nos encantan:
Y si te apetece algo más exótico pero igualmente seguro, lugares como Chiang Mai en Tailandia o Bali (especialmente Ubud) son perfectos para mujeres que viajan solas. Clases de yoga, talleres de cocina, retiros de meditación… sitios pensados para reconectar contigo.
Viajar sola te enfrenta a tus pensamientos, sí. Pero también te libera de distracciones. Puedes ir a tu ritmo, sin justificar tus decisiones. Comer a la hora que quieras, visitar lo que te apetece o simplemente quedarte una hora mirando el mar sin que nadie te diga "¿ya nos vamos?".
Es un regalo. Una forma de volver a escucharte. De reconectar con lo que te hace feliz. Muchas mujeres que lo prueban dicen lo mismo: "no sabía cuánto lo necesitaba hasta que lo hice".
No hace falta estar pasando por una crisis, ni querer hacer un cambio de vida. A veces, simplemente, necesitas un descanso. Una pausa. Un viaje contigo misma para volver con otra energía. Y cuanto más lo piensas, más claro lo ves: ¿qué te impide hacerlo?
Quizá no sea un viaje largo. Quizá sea una escapada de fin de semana a un pueblecito con encanto, o unos días de desconexión total en un balneario. No importa el destino. Lo importante eres tú.
¿Te animas? Puede que te sorprenda lo bien que te caes cuando te dedicas tiempo.