La comida también se siente: colores, texturas y aromas que te cuidan Comer no es solo una cuestión de calorías o de nutrientes: es una experiencia para todos los sentidos. Cada vez que elegimos un alimento, su color, su textura al masticarlo y su aroma antes de probarlo activan distintas zonas ...
Comer no es solo una cuestión de calorías o de nutrientes: es una experiencia para todos los sentidos. Cada vez que elegimos un alimento, su color, su textura al masticarlo y su aroma antes de probarlo activan distintas zonas del cerebro, liberando neurotransmisores que impactan directamente en nuestro ánimo. Esta conexión, que cada vez estudian más los expertos, se conoce como nutrición sensorial.
Por ejemplo, los colores vivos como el rojo, el amarillo o el naranja no solo alegran un plato: también despiertan en nosotras sensaciones de energía y optimismo. En cambio, los tonos suaves, como el verde o el azul, invitan a la calma y a la relajación. Además, detrás de cada color hay compuestos naturales como los carotenoides o las antocianinas, que ayudan a reducir la inflamación o a mejorar la función cognitiva. Así que, la próxima vez que prepares una ensalada o un desayuno, apuesta por la variedad de colores: tu cuerpo y tu mente te lo agradecerán.
Las texturas también tienen mucho que decir. ¿Has notado que, en días de estrés, te apetece algo cremoso como un puré o un yogur? No es casualidad. Las texturas suaves nos transmiten seguridad y confort. En cambio, cuando necesitamos un chute de energía, solemos buscar alimentos crujientes como una manzana o unas nueces, que nos activan y nos ayudan a sentirnos más despiertas. Cada textura es un pequeño mensaje emocional que nuestro cerebro interpreta casi sin que nos demos cuenta.
Y si hablamos de sensaciones, no podemos olvidarnos del aroma. El olfato está directamente conectado con el sistema límbico, la parte del cerebro que regula las emociones. Por eso, el simple olor de un guiso casero o de un bizcocho recién hecho puede reconfortarnos de forma inmediata. Los aromas cítricos, como el de la naranja o el limón, son ideales para levantar el ánimo y combatir la fatiga mental, mientras que la canela o la vainilla nos envuelven en una sensación de calidez y bienestar.
Incorporar la nutrición sensorial en tu vida es más sencillo de lo que parece. Una forma muy efectiva es practicar el "mindful eating" o alimentación consciente, prestando atención plena a lo que ves, hueles y saboreas en cada comida. Tómate unos minutos para observar los colores de tu plato, respirar sus aromas y notar las texturas en cada bocado. No solo disfrutarás más del momento, sino que también ayudarás a regular emociones como el estrés, la ansiedad o la tristeza de manera natural.
Preparar comidas con variedad de colores, incluir ingredientes de distintas texturas y apostar por aromas naturales no solo enriquecerá tu alimentación, sino que también será un pequeño gesto diario de autocuidado emocional. Comer puede convertirse en un acto de amor propio, en una herramienta para reconectar contigo misma y encontrar un momento de calma en medio del ajetreo diario.
La nutrición sensorial nos recuerda que alimentar el cuerpo y el alma van de la mano. Cada elección en la cocina puede ser una oportunidad para mimarte, para reconectar con tus sentidos y para mejorar tu bienestar emocional de forma sencilla y natural. Así que ya sabes: la próxima vez que te sientes a la mesa, escucha a tus sentidos... ellos también saben lo que necesitas.