La disfagia es una dificultad para tragar alimentos, líquidos o incluso saliva. Aunque suele asociarse con adultos mayores o personas con ciertas enfermedades neurológicas, también puede afectar a bebés y niños. En el caso de los más pequeños, puede manifestarse desde los primeros meses de vida o aparecer más adelante, ...
La disfagia es una dificultad para tragar alimentos, líquidos o incluso saliva. Aunque suele asociarse con adultos mayores o personas con ciertas enfermedades neurológicas, también puede afectar a bebés y niños. En el caso de los más pequeños, puede manifestarse desde los primeros meses de vida o aparecer más adelante, y muchas veces pasa desapercibida o se confunde con otras dificultades alimenticias. Por eso, si has notado que tu hijo tose al comer, guarda comida en la boca sin tragar o rechaza ciertos alimentos, podría estar enfrentando un problema poco conocido pero importante: la disfagia infantil.
¿Cómo identificarla?
Los signos de disfagia pueden variar según la edad del niño, pero algunos de los más comunes incluyen:
- Tos, atragantamientos o arcadas al comer o beber.
- Llantos durante la lactancia o rechazo al biberón.
- Pérdida de peso o dificultad para ganar peso.
- Infecciones respiratorias frecuentes (por aspiración de alimentos).
- Tarda mucho en comer.
- Cambios en la voz después de comer (voz "húmeda").
- Rechazo selectivo de alimentos con ciertas texturas.
Es importante destacar que no todos los niños que comen mal tienen disfagia, pero si varios de estos síntomas están presentes, conviene consultar a un especialista. Aparte de que las causas de la disfagia infantil pueden ser diversas:
- Neurológicas: trastornos como la parálisis cerebral, síndrome de Down, epilepsia o lesiones cerebrales pueden afectar el control muscular necesario para tragar.
- Estructurales: malformaciones del paladar, esófago o tráquea.
- Sensoriales: hipersensibilidad oral que hace que ciertas texturas sean desagradables o inaceptables para el niño.
- Desarrollo tardío: en algunos casos, simplemente hay una inmadurez en la coordinación entre succión, masticación y deglución.
¿Cómo se diagnostica?
El diagnóstico lo realiza un equipo multidisciplinario que puede incluir pediatras, fonoaudiólogos, nutricionistas, gastroenterólogos y terapeutas ocupacionales. Una de las pruebas más utilizadas es el estudio videofluoroscópico de la deglución, donde se observa cómo traga el niño en tiempo real.
En muchos casos, el diagnóstico temprano permite intervenir antes de que aparezcan complicaciones serias como desnutrición, deshidratación o infecciones respiratorias recurrentes. Más allá del tratamiento médico, el apoyo emocional y la paciencia son claves. Además, el tratamiento de la disfagia infantil se adapta a cada caso y puede incluir:
- Terapia fonoaudiológica: para trabajar la musculatura oral y mejorar la coordinación al tragar.
- Modificación de la dieta: cambiar la textura de los alimentos (más blandos, triturados, espesados) para que el niño los pueda manejar mejor.
- Estrategias posturales: enseñar posiciones más seguras para tragar.
- Estimulación oral sensorial: si hay hipersensibilidad o aversión a ciertos alimentos.
En casos severos, puede ser necesario el uso temporal de sondas para asegurar una nutrición adecuada, mientras se trabaja en mejorar la función deglutoria.
¿Y cómo puedo ayudar a mi hijo?
Comer no solo es una necesidad biológica, también es una experiencia social y afectiva. Evita presionar, castigar o comparar. Crea un ambiente tranquilo y libre de estrés durante las comidas.
También es importante que las madres se sientan acompañadas: hablar con otras familias, buscar grupos de apoyo o recibir orientación profesional puede marcar una gran diferencia en el día a día.
Si notas que algo no va bien en la alimentación de tu hijo, no lo ignores. La disfagia infantil existe, se puede tratar y, con ayuda adecuada, tu hijo podrá recuperar el placer de comer. Como madre, tu intuición es poderosa. Escúchala.