Tocarnos, abrazarnos o acariciarnos no es un lujo, es una necesidad emocional que muchas mujeres pasamos por alto sin darnos cuenta. Y no, no hablamos solo de caricias románticas. También nos referimos a esos abrazos largos entre amigas, un automasaje al final del día o simplemente apoyar la mano sobre ...
Tocarnos, abrazarnos o acariciarnos no es un lujo, es una necesidad emocional que muchas mujeres pasamos por alto sin darnos cuenta. Y no, no hablamos solo de caricias románticas. También nos referimos a esos abrazos largos entre amigas, un automasaje al final del día o simplemente apoyar la mano sobre el corazón para conectar con nosotras mismas.
Nuestro cuerpo no es una herramienta que nos lleva de un lado a otro. Es nuestro hogar. Y la piel, ese órgano tan extenso como sensible, es el canal por el que percibimos el mundo y también nuestras emociones. Cuando el contacto físico es cálido, intencionado y sin prisas, se libera oxitocina, la conocida hormona del vínculo. Esa que nos calma, nos ayuda a dormir mejor, reduce el estrés e incluso refuerza nuestro sistema inmunológico. ¿Quién no ha sentido alivio con un simple abrazo cuando todo parece ir cuesta arriba?
Sin embargo, muchas mujeres vivimos largas etapas de nuestra vida sin apenas contacto físico que no sea funcional o automático. Saludos rápidos, roces sin intención, un apretón de manos... Y aunque tengamos pareja, hijas, hijos o amistades, el contacto consciente suele quedar relegado a un segundo plano. Volver a abrazar, acariciar o simplemente dejarse tocar sin expectativas ni objetivos, es una manera directa de reconectar con el cuerpo y con la vida.
Practicar el tacto consciente no significa hacer grandes rituales ni seguir técnicas complicadas. Puedes empezar por algo tan simple como aplicarte la crema corporal con calma, sintiendo cada movimiento. O probar a masajearte los pies al acabar el día, apoyar las manos sobre el pecho y notar tu respiración. Son pequeños actos que activan el sistema nervioso parasimpático, responsable de la relajación y el equilibrio emocional.
Si compartes casa, también puedes incorporar el tacto como un puente emocional: abrazar más a tus hijos, tomar la mano de tu pareja sin que haya un motivo especial, o regalar un masaje relajante sin que se convierta en obligación ni en algo sexual. El cuerpo necesita sentirse a salvo, y el contacto físico -cuando es respetuoso y amoroso- tiene ese poder reconfortante que muchas veces ninguna palabra logra transmitir.
Tocarnos nos conecta, sí, pero también nos protege. Porque cuando estamos en sintonía con nuestro cuerpo, es más fácil detectar señales de incomodidad, cansancio o necesidad de espacio. Sentir la piel, habitar el cuerpo y registrar nuestras sensaciones es una manera sutil pero poderosa de poner límites y priorizar el autocuidado.
¿Te has dado cuenta de cómo, cuando estás muy estresada, incluso un abrazo puede resultarte molesto? Eso también habla de ti. Escucharlo sin juicio es una forma de inteligencia emocional que merece su lugar en la lista de cosas importantes.
A veces no necesitamos que nos digan nada. Solo que alguien nos abrace de verdad. O que nosotras mismas nos demos ese espacio para cuidarnos, tocarnos y reconectar. El tacto consciente es una herramienta sencilla, accesible y profundamente sanadora. No hace falta experiencia ni formación, solo ganas de estar presentes, de darnos cariño y de recordar que el cuerpo no es un enemigo al que controlar, sino un aliado al que cuidar.