Nos hemos vuelto expertas en estar disponibles, en anticipar necesidades ajenas, en sostenerlo todo. Pero en ese esfuerzo diario por estar para los demás, muchas veces nos perdemos a nosotras mismas. ¿Te has parado a pensar cuánto tiempo hace que no haces algo solo para ti? ¿Que no te preguntas cómo ...
Nos hemos vuelto expertas en estar disponibles, en anticipar necesidades ajenas, en sostenerlo todo. Pero en ese esfuerzo diario por estar para los demás, muchas veces nos perdemos a nosotras mismas.
¿Te has parado a pensar cuánto tiempo hace que no haces algo solo para ti? ¿Que no te preguntas cómo estás, sin filtros ni tareas de por medio? El piloto automático puede ser útil para sobrevivir al ritmo frenético, pero también nos desconecta de lo esencial: de ti, de tu cuerpo, de tu bienestar emocional.
El rol de cuidadora está tan interiorizado en muchas mujeres que ni siquiera lo cuestionamos. Lo hacemos con amor, sí, pero también con cansancio. El problema no es cuidar, es olvidarnos en el proceso. Y el cuerpo lo nota: esa fatiga crónica, la falta de sueño, la irritabilidad o la sensación constante de no llegar… no son casualidades.
Romper este ciclo empieza por un gesto tan sencillo como potente: hacer una pausa consciente. Cinco minutos al día para preguntarte, de verdad: ¿cómo estoy yo? No lo que toca hacer. No lo que falta por resolver. Solo eso.
Si te reconoces en alguno de estos puntos, es momento de reconectar contigo.
No necesitas cambiar tu vida de arriba abajo. Solo comenzar a priorizarte sin excusas:
Recuerda: no eres un proyecto pendiente. Eres alguien que merece atención aquí y ahora.
¿Cuántas veces te exiges hacerlo todo perfecta? Pensamos que si aflojamos, todo se cae. Pero lo cierto es que sostenerlo todo sin descanso solo lleva al desgaste, al resentimiento y al vacío. Delegar, pedir colaboración o aceptar que algo no salió como esperabas no es rendirse. Es darte un respiro.
Además, cuidar de ti también implica reconectar con lo que te hace bien: reírte sin motivo, moverte, leer, escribir, estar en silencio, tomar un café sin prisa. Esos pequeños placeres que no necesitan permiso ni justificación.
Cuidar a los demás es parte de nuestra esencia. Pero hacerlo desde el agotamiento, no. Tienes derecho a parar, a sentir, a no poder más. Tienes derecho a ser cuidada, empezando por ti misma.
Haz de ti una prioridad sin esperar al colapso. No necesitas estar rota para empezar a sanarte. Basta con escucharte, con mirarte con más compasión, con empezar a tratarte con el mismo cariño con el que tratas a los demás. Porque sí, también te toca a ti.