Cuando sin darnos cuenta, nuestras decisiones, deseos o incluso rutinas giran más en torno al "nosotros" que al "yo". ¿Es inevitable? ¿Hay que elegir entre tener pareja y tener amor propio? La respuesta es simple: no. Se necesita consciencia, límites sanos y un compromiso firme contigo misma. Históricamente se ha romantizado ...
Cuando sin darnos cuenta, nuestras decisiones, deseos o incluso rutinas giran más en torno al "nosotros" que al "yo". ¿Es inevitable? ¿Hay que elegir entre tener pareja y tener amor propio? La respuesta es simple: no. Se necesita consciencia, límites sanos y un compromiso firme contigo misma.
Históricamente se ha romantizado la figura de la mujer que se entrega por completo. La que se adapta, cede, comprende y se sacrifica. Y aunque en una relación sana todas estas cosas pueden suceder, el problema está cuando se vuelven unidireccionales o automáticas.
Amar no debería implicar borrarte. No deberías tener que pedirte permiso para ser tú. Pero muchas veces lo hacemos casi sin notarlo: dejamos hobbies, postergamos planes, cambiamos de estilo, toleramos silencios incómodos o ideas ajenas como si fueran propias.
Señales de alerta: ¿te estás perdiendo?
- Te cuesta tomar decisiones sin consultar a tu pareja.
- Sientes que ya no haces cosas que antes te apasionaban.
- Cambias tu forma de pensar para evitar conflictos o "caer mal".
- Tu bienestar emocional depende casi por completo de cómo está la relación.
- Sientes culpa al poner tus necesidades primero.
Estas señales no son para juzgarte, sino para que observes con honestidad dónde estás parada. Y lo más importante: hacia dónde quieres ir.
Amor propio: no es egoísmo, es claridad
El amor propio no es una barrera contra el amor romántico. Todo lo contrario: es lo que permite amar con libertad y sin miedo a desaparecer.
Cuando te conoces, te valoras y te respetas, es más fácil poner límites, expresar lo que necesitas y construir un vínculo en el que no tengas que minimizarte para encajar. El amor propio no es exigencia, es claridad: saber qué quieres, qué no, y qué mereces. Así que vamos a ver cómo empezar a reconstruirte sin romper la relación:
- Recupera tus espacios. Retoma ese curso, ese club, ese hábito que dejaste. Tu pareja puede (y debe) apoyar tu crecimiento personal, no obstaculizarlo.
- Practica decir "no" sin culpa. No todo lo que incomoda a tu pareja es una razón para cambiar. Aprender a sostener tu "no" es un acto profundo de amor hacia ti misma.
- Revisa tus silencios. ¿Callas para no molestar o porque realmente no tienes nada que decir? Expresarte honestamente fortalece la conexión, no la debilita.
- Haz cosas sola. Ir al cine, viajar, caminar. Disfrutar de tu propia compañía te recuerda que tú eres suficiente, estés o no en pareja.
- Pide lo que necesitas. No esperes a que tu pareja adivine tus límites o carencias. Comunicar no es reclamar, es construir.
Una pareja sana no debería restarte
Estar en pareja debería sumar, multiplicar. Nunca restarte. No necesitas elegir entre amor propio y amor de pareja; lo que necesitas es equilibrio. Y ese equilibrio empieza por saber quién eres, qué necesitas, y no temer defenderlo.
Cuando te eliges todos los días, también estás eligiendo que tu relación sea un lugar de respeto mutuo, donde nadie tenga que dejar de ser quien es para amar.
El verdadero amor, ese que nutre y no asfixia, comienza en casa. Por el amor que te tienes, por la manera en que te cuidas, te escuchas y te haces respetar. No se trata de amar menos a tu pareja, sino de amarte igual o más a ti. Porque solo desde ahí, el amor puede florecer libre, sano y con raíces fuertes.