Cosas que jamás reconoceríamos delante de nadie (ni aunque nos lo preguntara nuestro mejor amigo o pareja). Y aunque todas digamos "yo no hago eso", en el fondo sabemos que sí. Así que te presentamos una lista de esas manías, rituales o pequeños placeres que, aunque suenen extraños, son mucho ...
Cosas que jamás reconoceríamos delante de nadie (ni aunque nos lo preguntara nuestro mejor amigo o pareja). Y aunque todas digamos "yo no hago eso", en el fondo sabemos que sí. Así que te presentamos una lista de esas manías, rituales o pequeños placeres que, aunque suenen extraños, son mucho más comunes de lo que pensamos.
1. Hablar solas… y mantener conversaciones completas
No es solo un "uff, qué cansada estoy". Es un monólogo, con introducción, desarrollo y cierre. A veces incluso ensayamos discusiones imaginarias, respuestas ingeniosas o discursos que jamás diremos en voz alta. También hay quien se inventa entrevistas ficticias: "si algún día me preguntan cómo logré tanto, diré…". Tranquila, no estás loca: hablar contigo misma es una forma excelente de procesar emociones (aunque a veces parezca una telenovela en tu cabeza).
2. Convertirnos en estrellas pop en el baño
El baño es nuestro escenario privado. Cualquiera que diga que nunca ha cantado con el cepillo del pelo como micrófono está mintiendo descaradamente. Ducha caliente, eco perfecto y el Spotify en modo diva: de pronto, eres Beyoncé en plena gira mundial. Y sí, a veces hasta ensayamos coreografías frente al espejo.
3. Revisar viejos chats nivel FBI
Cuando nadie nos ve, la curiosidad gana. Entramos a ver el perfil de aquella persona del pasado, reabrimos conversaciones antiguas o espiamos a la nueva pareja de nuestro ex (solo "por curiosidad", claro). Luego, cerramos todo y decimos: "no me importa", aunque acabamos de pasar 40 minutos en modo detective profesional.
4. Comer de maneras que jamás haríamos en público
Comer directo del frasco de Nutella, preparar combinaciones imposibles o devorar un paquete entero de galletas sin culpa. En soledad no hay modales, no hay porciones, y el tenedor es opcional. Lo mejor: nadie te ve, nadie te juzga, y el placer es absoluto.
5. Probar peinados, caras raras y poses imposibles frente al espejo
Ese espejo ha visto más experimentos de belleza que un salón de estética. Nos hacemos moños imposibles, probamos maquillajes exagerados o ensayamos la "cara sexy" (que casi nunca resulta tan sexy como creemos). También están las poses de fotos tipo influencer: "¿y si giro un poco la cabeza así?". Todo sea por descubrir nuestro mejor ángulo, aunque nunca subamos esas fotos.
6. Hacer maratones de series o videos sin sentido
Podemos pasar horas viendo recetas que jamás cocinaremos, tutoriales de maquillaje que no intentaremos o teorías sobre crímenes que nos dejan sin dormir. Y cuando alguien pregunta qué hicimos en el día, respondemos con un muy digno: "descansé un poco".
7. Bailar como si nadie mirara
Ponemos nuestra playlist favorita y nos desatamos. Bailamos, saltamos, inventamos pasos ridículos y hacemos un show que ni en TikTok nos atreveríamos a subir. A veces incluso le damos una "entrada triunfal" al gato o la planta del salón. Sí, la locura tiene su encanto.
8. Practicar conversaciones o confesiones futuras
Ensayamos lo que le diremos a esa persona cuando la veamos, lo que contestaremos en una reunión o incluso cómo reaccionaríamos si alguien nos declara su amor. Y lo mejor es que siempre nos sale perfecto… en la cabeza.
9. Hablar con objetos o darles personalidad
La taza favorita, el peluche de la infancia, la planta del balcón… cuando estamos solas, todos cobran vida. Les hablamos, los regañamos o les contamos nuestro día. Un poco de cariño animista no hace daño, ¿verdad?
10. Fantasear con vidas alternativas
Desde imaginar cómo sería vivir en otro país hasta crear historias enteras en las que somos actrices, escritoras o heroínas. Soñar despierta es un escape delicioso, y cuando nadie interrumpe, la imaginación se desata.
Cuando estamos solas, dejamos de actuar. No hay máscaras, ni filtros, ni "qué van a pensar". Solo nosotras, con nuestras rarezas, contradicciones y pequeños placeres secretos. Y aunque algunas cosas nunca las confesemos, todas compartimos ese mismo alivio: el de poder ser completamente auténticas, aunque sea en silencio.