Durante las celebraciones navideñas, muchas personas sienten que resurgen conflictos familiares o emociones no resueltas. Desde su experiencia en terapia familiar, ¿cuáles son los factores más comunes que activan estas tensiones en reuniones familiares? La Navidad es un tiempo de un alto voltaje emocional. El aumento significativo en la frecuencia de ...
La Navidad es un tiempo de un alto voltaje emocional. El aumento significativo en la frecuencia de las reuniones (Cena de Nochebuena, comida de Navidad, cena de fin de año, almuerzo de primero de año, noche y día de Reyes Magos), encuentros con familiares que quizás a lo largo del año no se producen y el probable mayor consumo de alcohol en dichos momentos compartidos, son elementos propiciatorios para exacerbar las emociones en familia.
Pueden ser momento de felicidad y de alegría compartida por dichos encuentros, pero si a esto le unimos conflictos familiares que venimos arrastrando a lo largo del tiempo, emociones contenidas (sobre todo de rechazo, animadversión, actitudes de crítica hacia otros familiares, temas no resueltos, celos, etc) tenemos el cóctel perfecto para unas navidades explosivas. Es por eso que es importante, diría que es sano, prepararse para estas fechas donde se supone que debemos estar felices y compartir dicha felicidad.
Empecemos hablando sobre las expectativas de roles y las dinámicas familiares que tanto hemos estudiado los terapeutas familiares. En toda familia hay una clara distribución de roles y en estas fechas quizás se ponen más de manifiesto. El servidor (normalmente en femenino, la servidora) que suele recaer en la madre y o en figuras femeninas; son las que se encargan de preparar las diferentes cenas y comidas, comprar los regalos, decorar la casa, etc. Un trabajo que se le presupone y muchas veces no se valora.
El acomodado (normalmente en masculino) qué es el que espera que todo este hecho, no piensa en cómo se ha de preparar dichos encuentros, sino que asiste y con eso basta. El crítico, que no solo no suma, sino que cuestiona lo que hay (bien la comida, los regalos, la organización de los eventos familiares, la sociedad, la política, o todo en su conjunto). El/la apaciguador/a, aquel que ante la mínima muestra de conflictos se activa para volver a calmar las aguas.
El/la impuntual, que es una versión evolucionada del acomodado, pero además pone a toda la familia en función de su tiempo. Y así podríamos seguir describiendo unos cuántos más roles familiares. Todo esto junto con las dinámicas familiares ya preexistente hacen que se amplifiquen dichos roles en estos encuentros navideños cual lupas de aumento sobre ellos, Y las costuras de las relaciones familiares se tensan mucho más.
No debemos imponernos una falsa armonía familiar en estas fechas. Cómo terapeutas familiares sabemos que eso no hará más que acrecentar los conflictos familiares desembocando muy probablemente en peleas no deseadas. Pero tampoco debemos obviar que hay unos ciertos compromisos sociales/familiares a los que no podemos escapar. Y es por ello por lo que es importante saber cómo afrontar dichos encuentros. Hay temas que es mejor no tocar si sabemos de antemano que hay una gran discrepancia entre los que se reúnen alrededor de la mesa (basta con que esa gran diferencia de opinión exista entre 2 de los comensales).
Por tanto, lo sano es buscar temas que unan, que no sean conflictivos y que permitan mantener una conversación tranquila. Pero no siempre podemos controlar el curso de las conversaciones, sobre todo las que generan los otros, por lo que ante un tema conflictivo una propuesta alternativa bien planteada es una salida facilitadora y si no, un respetuoso silencio (no significa consentidor) ayudará a que esa comida no acabe como el Rosario de la Aurora. Y si hay niños, jugar con ellos es una buena estrategia como vía de escape ante propuestas de conversaciones incómodas y en las que no queremos participar.
Y si es el caso, no solo de conversaciones incómodas, sino de tener que compartir con personas que nos generan rechazo, podemos poner nuestra atención y nuestro interés en aquellas otras que nos generan afecto, alegría. Nosotros decidimos dónde ponemos el foco de nuestra atención, si en lo negativo, en el conflicto o en lo positivo, en lo alegre.
Otra recomendación más es hacer un uso moderado del alcohol para evitar desinhibiciones, Que se nos suelte la lengua. Sabemos los efectos del alcohol y por ello hemos de ser prudentes con él. Una copa de más es suficiente para decir algo de lo que al día siguiente nos vamos a arrepentir.
Un signo de madurez en la relación es poder hablar de lo que deseamos y no deseamos hacer en estas fechas. Las parejas deben hablar antes para que cada uno pueda expresar lo que quiere y lo que no quiere hacer. Si esto se hace bien cada miembro de la pareja defenderá la postura de su cónyuge ante su propia familia de origen. Se puede decidir ir a una comida, pero a una cena no, tal día asistir al encuentro familiar pero tal otro no, etcétera.
Aquí entran en juegos un concepto que los terapeutas familiares vemos diariamente como es el conflicto de lealtades. Uno de los miembros de la pareja vive un conflicto entre la lealtad que le debe a su pareja y hacia su familia de origen. Es por ello que es tan importante poder hablarlo antes y llegar a acuerdos suficientemente válidos para todos; insisto en lo de suficientemente, por qué es muy improbable que sea válido totalmente para todos.
Prácticamente todos ya hemos vivido estas fiestas en bastantes ocasiones. Analizar los últimos encuentros (quizás baste con la última Navidad) ver cuáles fueron las fortalezas, las cosas buenas, las personas que aportaron, los momentos que sumaron, y cuáles fueron los motivos de conflicto, aquellos que restaban, las personas que no solo nos sumaban sino que aportaban negatividad.
Analizar esos datos nos ayuda para preparar una estrategia para intentar reducir tensiones y generar reuniones lo más saludable y satisfactorias posibles. Dónde me siento, con quién me siento, de qué hablo, de qué no, cuánto tiempo puedo estar sin perder el autocontrol, a qué encuentro quiero/puedo asistir y a cuáles no, son decisiones que nos ayudarán a salir indemnes de estas fechas navideñas donde se nos impone la felicidad por encima de todo.
No podemos olvidarnos que a este final de año también llegan personas que están viviendo duelos, que sufren trastornos depresivos o cualquier otro trastorno mental, que padecen situaciones económicas y laborales complicadas, o con un problema de vivienda, o de violencia familiar. Y todas ellas tienen que transitar estos días de felicidad esperada, de encuentros familiares, y de festejos múltiples. A todos ellos debemos tenerlos presentes, cuidarlos y protegerlos. Bien desde nuestros espacios profesionales como terapeutas familiares, bien como familiares y amigos que somos conscientes de su situación.