Cómo evitar los posibles trastornos que pueden surgir en vacaciones

Actuar a tiempo es la clave para que nuestros días de vacaciones no se conviertan en una pesadilla. Cambio de horarios, comidas diferentes, ambientes muy distintos, de temperatura, humedad.

07/07/2015

Las vacaciones son un período deseado y visualizado sólo como unos días de relax y buenos momentos. Pero a veces surgen problemas, raramente graves, que pueden traernos de cabeza. Tenerlos en cuenta evitará más de un disgusto. Golpe de calor Bien en la playa porque ansiamos el sol y estamos bajo su ...

Las vacaciones son un período deseado y visualizado sólo como unos días de relax y buenos momentos. Pero a veces surgen problemas, raramente graves, que pueden traernos de cabeza. Tenerlos en cuenta evitará más de un disgusto.
 
Golpe de calor
Bien en la playa porque ansiamos el sol y estamos bajo su influjo más horas de las que nuestro cuerpo resiste, o bien en una gran ciudad con el termómetro muy por encima de la temperatura ideal, empeñados en ver todos y cada uno de sus monumentos, pateándonos hasta el último rincón, es muy habitual que nuestro cuerpo se quede ‘seco’ en el amplio sentido de la palabra. Deshidratación, cansancio, mareo, bajadas de tensión, dolor de cabeza, palpitaciones, contracturas musculares…
Beber, beber… Si en condiciones normales cada persona pierde a través de la piel más de medio litro de agua, cuando aumenta la temperatura ambiente o se hace ejercicio físico puede llegar hasta litro y medio. Es necesario estar  hidratado; aunque no tengamos sed, hay que beber continuamente, al menos dos litros y medio, y no valen bebidas alcohólicas ni que contengan cafeína ni excitantes. Lo mejor es el agua, llevar siempre una botellita y dar pequeños sorbos cada poco. Hacer paradas cada 2-3 horas y descansar, aprovechar para tomar algún bocado y un buen vaso de agua o bebida carbohidratada que permite una rehidratación más rápida o producto hidratante (fruta, ensalada…).
 
El mal del viajero
Hinchazón, malestar generalizado, náuseas, diarrea… El cambio de alimentación y de aguas provoca esta infección que suele durar entre 4 y 5 días. Lo mejor es evitar la ingesta de bebidas y alimentos con riesgo de contaminación (vegetales frescos, frutas, carnes, pescados y mariscos crudos, alimentos poco cocidos o comprados en puestos ambulantes). En lugares muy diferentes a nuestro entorno habitual optar por bebidas embotelladas, calientes (café, té) y carbonatadas, sin hielo.
Al rico suero.  Cuando el mal ya está hecho, hay que mantener una dieta líquida para evitar la deshidratación. De dos a tres litros de limonada alcalina o suero oral. En la farmacia podemos comprar unos sobrecitos en polvo que no ocupan nada y  llevarlos siempre encima. Si fuera necesario se añade a cualquier botella de agua mineral y listo. Si en 24 horas no desaparecen los vómitos o la diarrea, acudir a un médico.
 
Problemas de tránsito
Durante el verano los excesos se multiplican, comida, bebida, más azúcar, más grasa, más alcohol, más tabaco, menos ejercicio… Las toxinas se acumulan y nos cuesta eliminarlas. El cambio de hábitos y de baño muchas veces provoca estreñimiento.
Toma fibra. Fruta, verdura, cereales, legumbres (puedes hacerla en ensalada), mucha agua y un poco de ejercicio. Aunque estemos de vacaciones, hay que moverse, al menos media hora diaria (correr, nadar, bicicleta, andar a buen ritmo…).

Síndrome de la clase turista
Un viaje de más de cuatro horas en un medio de transporte que obligue a permanecer sentado puede provocar trombosis venosas en las piernas.
Apuesta por la comodidad. Usa ropa y calzado que no presionen. Lo ideal es dar un paseo y cambiar de postura cada 1-2 horas; si no fuera posible hay que flexionar los pies cada 30 minutos, hacer círculos con los tobillos en una y otra dirección, apoyarse en los dedos de los pies y pasar el peso a los talones… Y evitar la deshidratación, bebiendo pequeños sorbos de agua a lo largo del trayecto.
 
Jet Lag
Cansancio, somnolencia, insomnio, aturdimiento… Cuando cambiamos el huso horario, nuestro reloj biológico se desorienta.
Cuestión de adaptarse. Lo único que podemos hacer es poner de nuestra parte. Es más fácil cuando viajamos a lugares en los que ‘ganamos horas’ que cuando el cambio supone adelantar el reloj. Hay que armonizar la actividad con los tiempos de luz solar, acostarnos cuando sea de noche, aunque no tengamos sueño, y levantarnos al amanecer. La comida también la haremos con el horario del país de destino, desayuno, comida y cena, evitando picar fuera de horario.

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