Mi casa está enclavada en un acantilado
Maribel Martínez
¿Cómo sería vivir en una vivienda subterránea, insertada en un precipicio con unas impresionantes vistas al Mar Egeo y una piscina como techo? Es el sueño de dos arquitectos griegos que buscan integrar su proyecto en un entorno en un principio inhóspito.
01/10/2015
La imaginación de los arquitectos les llevan a límites casi insospechados, a idear viviendas en ubicaciones prácticamente imposibles, en las que se funden con la naturaleza para conseguir un resultado casi irreal. Ya no se trata solo de integrar el salón con el jardín, o pensar en grandes cristaleras que ...
La imaginación de los arquitectos les llevan a límites casi insospechados, a idear viviendas en ubicaciones prácticamente imposibles, en las que se funden con la naturaleza para conseguir un resultado casi irreal. Ya no se trata solo de integrar el salón con el jardín, o pensar en grandes cristaleras que nos hagan sentir que vivimos sin paredes, si no de adaptar los caprichos de nuestro entorno para formar parte de él, aunque en principio el entorno se muestre poco amable.
Casa Brutale es buen ejemplo de ello. Ya lo refleja perfectamente su nombre: un diseño brutal en un entorno brutal, enclavada dentro de un acantilado. Sí sí, no sobre él o a sus pies, sino insertado en una sólida pared sobre el Mar Egeo. Sin que cause ningún impacto sobre el medio ambiente. Su nombre, además, hace referencia al estilo arquitectónico al que pertenece, el brutalismo, en el que los protagonistas son el hormigón y las formas geométricas.
Y es que en su estructura, obra de los arquitectos Laertis-Antonios Ando Vassiliou y Pantelis Kampouropoulos, del estudio OPA, dominan las líneas rectas y los materiales sobrios y limpios. Aquí lo que importa es su integración en la naturaleza. El paisaje es parte integral del concepto, ya que determina su morfología. Es una vivienda mucho más alta que ancha en la que el techo es la parte inferior de cristal de una piscina que parece una extensión del mar con una espectacular sensación de infinito.
A la vivienda se accede desde la piscina superior, tras bajar 50 escalones bajo la sombra de vigas de hormigón. Una enorme cristalera con vistas al Mar Egeo nos da la bienvenida. En el interior de la casa domina el minimalismo: paredes desnudas, cuya aparente frialdad la suaviza la luz y el color azul del agua de la piscina. Los reflejos inundan todo el espacio. El elemento dominante del comedor es una mesa de hormigón, combinada con bancos del mismo material, con el toque de la madera natural como contrapunto. Tras la mesa de comedor, la habitación de invitados se forma bajo una antigua losa Zoellner con una esquina de vidrio. Al lado de la habitación, hay un pequeño paso a los cuartos de servicio -el trastero, un cuarto de baño completo y un aseo-. La cocina, abierta al salón, disfruta también de la misma línea visual.
Al dormitorio principal, ubicado en una entreplanta, se accede por una delgada escalera que permite así mantener una continuidad visual con la fachada del vidrio y el mar. Desde la cama, de hormigón con acabados de madera, se puede disfrutar de estas mismas vistas impresionantes. Las paredes están cubiertas de espejos para mejorar la luz de la estancia.
De momento es solo un proyecto, a la espera de ser construido. ¿Qué sensación causará? ¿La ausencia de ventanas perjudicará la ventilación? ¿Cómo se podrá mitigar la entrada constante de luz por el cristal de la piscina? ¿Te gustaría vivir en una casa así?
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