Su incidencia es superior a la de las alergias y suelen descubrirse antes de los dos o tres años. Los síntomas incluyen náuseas, diarrea, dolor abdominal y molestias gastrointestinales. Se centran en el aparato digestivo porque es al digerirse los alimentos que causan la intolerancia cuando se produce la reacción ...
Su incidencia es superior a la de las alergias y suelen descubrirse antes de los dos o tres años. Los síntomas incluyen náuseas, diarrea, dolor abdominal y molestias gastrointestinales. Se centran en el aparato digestivo porque es al digerirse los alimentos que causan la intolerancia cuando se produce la reacción del enfermo.
Debes acudir al médico si notas alguno de estos síntomas sin estar asociados a un proceso viral (gastroenteritis) o si los tienes siempre que ingieres un alimento determinado. El diagnóstico es sencillo a partir de una muestra de sangre (8 ó 10 ml.) que extraen en un centro de salud y se somete a la actividad de una batería de extractos que suelen incluir también aditivos, colorantes y conservantes. Los resultados se obtienen en unos quince días dando una gradación del nivel de reactividad desde alta hasta negativa.
El tratamiento va a depender del grado de intolerancia obtenido. Se prepara una dieta en la que se eliminan absolutamente los alimentos que han dado un resultado positivo si la intolerancia es muy alta o los incluyen en dosis mínimas y tiempo espaciado si es baja. Lo normal es que los síntomas remitan rápidamente.
Uno de los alimentos que con mayor frecuencia provoca la intolerancia es el azúcar de la leche (lactosa). Esta sustancia es metabolizada por una enzima intestinal denominada lactasa. Cuando la enzima es deficiente, la lactosa no se puede digerir, por lo que pasa al intestino grueso y provoca dolor, diarrea y flatulencia. Quienes padecen este problema deben eliminar la leche de su dieta, pudiendo sustituirla por derivados de la soja, leche de arroz o leche de almendras. También resulta muy recomendable consumir leche sin lactosa a la venta en farmacias y supermercados o productos fermentados como los yogures (tienen un bajo contenido en lactosa).
Otro compuesto que provoca muchas intolerancias es el gluten, que es una proteína presente en cereales como el trigo y la cebada. La intolerancia se llama celiaquía y se considera un trastorno crónico intestinal que provoca atrofia de la mucosa intestinal y síndrome de malabsorción de varios nutrientes por el problema a este nivel. Constituye un problema difícil de resolver porque estos cereales forman parte de muchos alimentos de uso habitual: pan, galletas, pasta, etc., por lo que los enfermos deben ser muy cuidadosos con su dieta. Lo recomendable es consumir cereales sin gluten (arroz, maíz, etc.) y productos elaborados con ellos. Puedes encontrarlos en centros especializados y en algunos supermercados que tienen una línea de elaborados en cuya etiqueta se declaran SIN GLUTEN.
Cuidado especial con artículos de uso frecuente en los que ni se te ocurre que puedan contener gluten o lactosa, como ocurre con algunos medicamentos que los incluyen en su composición.
A diferencia de la alergia alimentaria, en la intolerancia se puede consumir pequeñas cantidades del producto que la causa sin observar, normalmente, los síntomas. Ello no quiere decir que no deban ser cuidadosos con su dieta para evitar los problemas asociados a la intolerancia mal tratada. No dudes en acudir al médico y consultarle tu situación.
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