Es frecuente que los niños de entre 3 y 12 años sufran pesadillas o terrores nocturnos por la noche. Lo malo es cuando estos fenómenos se manifiestan recurrentemente, afectando a los pequeños en su día a día. Actualmente estamos viviendo momentos más complicados y es lógico que hayan aumentado, provocando ...
Es frecuente que los niños de entre 3 y 12 años sufran pesadillas o terrores nocturnos por la noche. Lo malo es cuando estos fenómenos se manifiestan recurrentemente, afectando a los pequeños en su día a día. Actualmente estamos viviendo momentos más complicados y es lógico que hayan aumentado, provocando en algunos casos estrés y ansiedad al ver coartada su libertad y contacto con otras personas.
Las pesadillas desaparecen con el paso del tiempo, pero para evitar condicionar su descanso durante estos años vitales en los que tiene lugar su desarrollo físico y mental, podemos cambiar sus prácticas diarias por otras más adecuadas.
Ciertamente no son lo mismo y es conveniente saber sus diferencias para actuar. Las pesadillas son una manifestación de una preocupación o similar que tiende a liberarse durante el sueño REM. Pueden presentarse en cualquier momento y el niño suele despertarse sin ayuda, visiblemente alterado y nervioso. Normalmente, el niño lo recuerda todo y puede describir muy bien su pesadilla.
Los terrores nocturnos, por el contrario, son episodios de terror que tienen lugar durante el sueño no REM. Se trata de una parasomnia o trastorno de la conducta muy angustioso que provoca sudoración, gritos y llantos. Pese a que el niño está dormido, puede tener los ojos abiertos y dar lugar a manifestaciones violentas en forma de patadas o manotazos. En este caso, el niño no es capaz de recordar nada, siendo episodios típicos de niños de entre 3 a 4 años.
Ambos fenómenos tienen lugar cuando existen miedos, preocupaciones o ansiedad. En la actualidad, los niños están recibiendo mucha información procedente de las noticias o de lo que escuchan a los adultos, algo que procesan según la etapa evolutiva en la que se encuentren.
Establecer nuevos hábitos resulta algo prioritario para acabar con estos fenómenos desagradables. Y es que en esta época de desescalada, los cambios de horarios, el exceso de dispositivos electrónicos o la falta de ejercicio pueden repercutir negativamente en su sueño.
Frente a estos fenómenos estresantes, una vez hayan concluido, los adultos deben calmar al pequeño mediante muestras de cariño. Lo mejor es normalizar la situación y minimizar su terror, explicándole que todo ha sido un mal sueño. También es posible utilizar objetos "mágicos" para que afronten su miedo a la noche o al sueño.
Si estos periodos se vuelven muy recurrentes en el tiempo, de forma que altere la cantidad y calidad de su sueño, lo más aconsejable es visitar al pediatra. En este caso será el médico quien determine si debe hacerse un estudio del sueño para descartar posibles patologías.
Para que las pesadillas o terrores nocturnos no alteren su vida, es fundamental inculcarles una buena higiene del sueño. Toma nota de estas rutinas sencillas y ponlas en práctica para conseguir que se relaje y duerma bien y mejor:
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