En algún momento de sus vidas, muchas mujeres desean ser madres. Los motivos pueden ser varios, bien porque el reloj biológico así lo marque, o bien porque tenemos una relación estable y aparece la ilusión de formar una familia con la persona amada. Ahora bien, ¿qué sucede si nuestra pareja ...
En algún momento de sus vidas, muchas mujeres desean ser madres. Los motivos pueden ser varios, bien porque el reloj biológico así lo marque, o bien porque tenemos una relación estable y aparece la ilusión de formar una familia con la persona amada. Ahora bien, ¿qué sucede si nuestra pareja no está en ese momento o simplemente no tiene los mismos deseos?
El deseo de querer tener un hijo no se puede explicar con palabras. Simplemente es un sentimiento poderoso que nos conduce a ello. Sin embargo, cuando esto sucede queremos compartirlo con alguien tan especial como nuestra pareja. El problema llega cuando la otra persona no siente lo mismo o rechaza el deseo del otro. ¿Realmente es algo que tenga solución?
Cuando esta situación tiene lugar, las personas actúan de muchas formas diferentes. Hay quienes elaboran una lista de pros y contras para escoger el camino más adecuado, quienes intentan convencer a su pareja a toda costa o los que optan por dejarla para cumplir su mayor deseo.
Un hijo no puede verse como una obligación o un deber. Muchas personas desean tener niños y no logran tenerlos, mientras que otras los tienen sin haberlo deseado antes. Incluso cuando tenemos muy claro que ese es nuestro sueño, tal vez nuestra pareja no se encuentre en el mismo punto.
Normalmente, las mujeres no tienen muy claro el motivo por el que desean quedarse embarazadas y tener un niño. Simplemente lo saben en su interior y eso es suficiente. Ahora bien, es muy frecuente que los hombres tampoco puedan explicar ese sentimiento de rechazo. Basta con pensar que la situación les incomoda y que no es algo que les motive o interese.
Los pensamientos negativos y las discusiones de pareja no son lo más aconsejable a la hora de posibilitar un embarazo. Esta situación debe contemplarse ante relaciones sexuales placenteras y felices, y la ausencia de enfados, malentendidos y desacuerdos continuos.
A la hora de tener un niño, debe existir un equilibrio en la pareja, es decir, que ambos piensen igual y estén en la misma sintonía. Tener hijos no es algo que daba ser defendido a ultranza, más bien tiene que ser fruto del amor y el respeto mutuos.
Antes de quedarse en estado, una pareja debe profundizar en su relación y tener muy claro que eso es lo que quieren para seguir teniendo una vida plena y feliz. Además, si cada uno se preocupa por el bienestar del otro y desean el mismo bien para sí mismos que para sus parejas, es posible que las prioridades de uno se conviertan en las del otro.
Lo que queremos dar a entender con este argumento es que, cuando amamos, queremos satisfacer a la otra persona y nos gusta complacerla.
Si las tensiones y las discordias forman parte de la rutina, es posible que ninguno de los dos sienta el deseo de tener un hijo. En este caso, lo que hay que hacer es analizar la comunicación existente entre la pareja y su capacidad de amar. Si a partir de aquí somos capaces de aprender a amar de nuevo, puede que el deseo de tener un hijo aparezca.
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