En Cataluña es una escena habitual. Cuando el frío llega a las ciudades se instalan en las esquinas puestos de castañeras que encienden una brasa suave donde, además de castañas, se asan boniatos. Tostados por fuera y melosos por dentro, los boniatos se sirven envueltos en papel de diario, calientes ...
En Cataluña es una escena habitual. Cuando el frío llega a las ciudades se instalan en las esquinas puestos de castañeras que encienden una brasa suave donde, además de castañas, se asan boniatos. Tostados por fuera y melosos por dentro, los boniatos se sirven envueltos en papel de diario, calientes como un pequeño radiador. Y aunque se pueden comer al momento, vale la pena guardar el paquete en el bolsillo o en el bolso, y, de camino a casa, ir acercando la mano al tubérculo, para que nos recuerde con su calor que no todo es malo en invierno.
Aunque el boniato es una tradición en Cataluña y en España, este tubérculo es, al igual que la patata, relativamente reciente en nuestro territorio, ya que llegó a la península desde América alrededor del siglo XVI con la colonización. El producto se expandió rápido. Su elevado índice calórico, su gran aportación de hidratos de carbono y la sensación de saciedad que produce su alto contenido en almidón han hecho que se convierta en un ingrediente clave de la cultura gastronómica nacional.
El otro elemento central para la implantación de este tubérculo es su versatilidad. Su sabor, de un dulzor poco estridente, permite que el boniato se pueda utilizar tanto en primeros y segundos como en postres, y tanto de ingrediente principal como de acompañante. Su textura, tersa pero firme, permite también variaciones que van desde unas chips que sustituyan a las patatas fritas habituales, hasta una crema que tomada caliente reanima cualquier tarde de otoño. Por eso las recetas que vamos a ver hoy componen un menú completo: primero, segundo y postre, todos con el boniato como elemento principal.
Preparación:
Pica la cebolla en dados pequeños y póchala en una olla, junto al jengibre, hasta que esté transparente en dos cucharadas de aceite de oliva.
Mientras, pela los boniatos y córtalos en rodajas finas. Cuando la cebolla esté lista añade los boniatos, salpimenta todo, y dóralos hasta que estén tiernos y los puedas deshacer con la cuchara.
Añade el caldo caliente y la leche de coco y dale un hervor a fuego suave durante diez minutos. Tritura todo y corrige de sal y pimienta, y si la crema ha quedado muy espesa, añade caldo.
Sirve en un bol con las almendras machacadas.
Preparación:
Precalienta el horno a 180º y asa los boniatos durante una hora, aproximadamente, hasta que los puedas pinchar con facilidad.
Mientras, dora la cebolla en dos cucharadas de aceite de oliva, y cuando esté transparente, añade el tomate, medo vaso de agua, la sal, la pimienta, el curry y el laurel. Reduce a fuego suave hasta que tenga consistencia de salsa de tomate, unos 20 minutos.
Añade los garbanzos y retira el laurel. Cocina todo junto durante 5 minutos más, removiendo para que los garbanzos se mezclen bien con el tomate.
Cuando los boniatos estén listos, sácalos del horno, ábrelos por la mitad, rellena con la salsa de tomate y garbanzos, y sírvelo caliente.
Preparación:
Asar los boniatos en el horno a 200º durante 45 minutos, hasta que se puedan pinchar con facilidad. Cuando estén asados, pelar y machacar hasta que tengan textura de puré.
En un bol mezcla la harina, el bicarbonato, la levadura, la canela y la sal. En otro, el azúcar, aceite, huevos y vainilla. Une las dos mezclas y añade el boniato.
Vierte la mezcla en moldes de magdalena y hornea a 170 grados durante 35 minutos.