Historia de un anillo que era un poco mágico

Eduardo Hernández

Una fábula que os enseñará muchas cosas sobre cómo conseguir la felicidad. 

05/05/2014

Gonzalo era un hombre muy feliz. Todo el mundo lo sabía. Su vida era una vida muy buena, envidiada por aquellos que la conocían. Para él no existían carencias ni necesidades; tenía mucho amor, buena salud, felicidad y dinero más del que necesitaba, que era muy poco. Ante tanta abundancia ...

Gonzalo era un hombre muy feliz. Todo el mundo lo sabía. Su vida era una vida muy buena, envidiada por aquellos que la conocían. Para él no existían carencias ni necesidades; tenía mucho amor, buena salud, felicidad y dinero más del que necesitaba, que era muy poco.  

            Ante tanta abundancia la gente murmuraba y sospechaba sabiendo que todo aquello no era posible. Así pasaron los años, pero Gonzalo tenía cada vez más de todo; más amor, más salud… más felicidad. A pesar de todo ese tiempo de abundancia no hubo una sola persona que le preguntase cuál era el secreto de todo aquello. Hasta que un día, recuerdo que era invierno, con mucho frío y lluvia, un vagabundo le preguntó cómo lo había conseguido. Fue directo, la vida le había enseñado que los rodeos no eran prácticos.

- Perdone señor, ¿cómo es usted tan feliz? ¿Por qué tiene tanta abundancia y yo, como la mayoría, tanta escasez?

Gonzalo muy tranquilo le respondió, -es por el anillo.

Rápidamente el vagabundo miró las manos de Gonzalo buscando ese objeto tan poderoso.

- Pero señor si usted no lleva ningún anillo.

- Sí lo llevo, pero no se ve. Me lo regaló mi padre cuando era pequeño. Es el anillo de la abundancia; con él puesto todo lo que recibas será abundante.

El vagabundo incrédulo, pensó que aquel hombre estaba loco, o que no le quería decir la verdad a cerca de su éxito.

- Sí quiere, usted también puede llevar uno, le comentó Gonzalo. Sólo tienes que sentirlo puesto y saber que es el anillo de la abundancia; después, todo llegará solo. Cuando estés con hambre o frío, o tengas alguna otra escasez, míralo y ten convencimiento de que ya no la volverás a tener nunca más. Tu única obligación a cambio será mostrárselo a todo aquel que te lo pida.

            Con el paso del tiempo aquel vagabundo fue prosperando. Había hecho todo lo que le dijo Gonzalo. Con su anillo de la abundancia, la carencia desapareció de su vida. Era ya tan feliz, que lo único que quería era decirle a todo el mundo que se pusiese el anillo.

            Sin embargo, no todos le hicieron caso. La mayoría prefería continuar con una vida triste y pobre, con un gran anillo de oro en su mano, que no era nada mágico.

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