Todas las harinas al ser metabolizadas por el organismo, se convierten en azúcar, lo que no resulta preocupante si las harinas presentan un alto valor en nutrientes, pero si supone un problema cuando no es así.

No todas las harinas son iguales. Las harinas integrales mantienen el salvado (con un importante contenido en fibra) y su germen (de alto valor alimenticio, rico en vitaminas, proteínas, minerales y grasas insaturadas). Proporcionan una energía que se dosifica gradualmente en el organismo, por lo que las calorías que generan y que metaboliza el hígado, son transformadas en glucosa, que se distribuye en forma de esa energía que el cuerpo utiliza cuando la precisa.

En sentido contrario, las harinas blancas refinadas son sometidas a un proceso tecnológico de refinamiento y eliminación del salvado y el germen. Lo único que conservan son los hidratos de carbono sin sus micronutrientes y suponen calorías vacías de consumo rápido. Así, las harinas refinadas consumidas aisladamente, no producen saciedad y hasta podrían provocar un efecto adictivo asociado a la respuesta placentera que desencadenan estos hidratos de fácil absorción en el organismo.

Las harinas blancas y refinadas se consideran ingredientes evitables y cuya reducción en la dieta diaria puede generar importantes beneficios a nuestro organismo. Te proponemos unos sencillos hábitos para sustituirlas:

1- Evitar el consumo de alimentos procesados (bollería industrial, platos precocinados, etc.), que son productos a los que se les añaden ciertos ingredientes (como azúcares o harinas refinadas) porque aportan más consistencia y sabor. El procesado provoca un aumento de las presencia de calorías vacías que, además, resultan menos saciantes, por lo que necesitamos ingerir una mayor cantidad.

2-Utilizar granos enteros, considerados buenas fuentes de fibra, con un bajo índice glucémico y capacidad antiinflamatoria. Aquí las opciones son numerosas.

3-No renuncies al salvado de avena, de trigo u otros cereales, ya que es la parte que concentra la mayor parte de la fibra, minerales y vitaminas del grano. Su uso para elaborar pan o pasteles, por ejemplo, permite obtener platos con menor índice glucémico, más saciantes y saludables.

4-Consumir frutas y verduras frescas con menor índice glucémico, más vitaminas y minerales como sustitutas ideales de esas harinas refinadas.

5-Usar harinas integrales de trigo, de centeno, de espelta u otras similares. Este tipo de harinas pueden usarse de igual manera que las refinadas, pero aportan propiedades más saludables.

Te proponemos dos granos enteros muy saludables:

-Avena. La avena entera conserva la mayor parte de su grano original y por ello, podría conformar una buena alternativa para elaborar galletas, bizcochos o pan muy equilibrados y saludables.

-Quinoa: al igual que la avena, es un grano entero que puede utilizarse como sustituta de la harina refinada y sus derivados. Es útil para elaborar pan, bizcochos, sopas, etc. muy saludables y sabrosos.

Es fácil reconocer qué alimentos contienen harinas blancas refinadas pues es suficiente con leer las etiquetas y comprobar que no contengan harinas no integrales o almidones en su composición.