Detrás del Ayuntamiento de Barcelona, oculto por un laberinto de callejuelas, se halla el Palau Requesens. Uno de los palacios residenciales más importantes del medievo, aunque uno de los menos conocidos por los barceloneses.

Buena parte de ellos desconoce que este edificio sirvió de fortaleza en el siglo XIII, gracias sobre todo a su torre vigía construida en el siglo I antes de Cristo. La única, de las 80 que existían en su época, que se puede visitar hasta la azotea. Así lo pudimos comprobar el pasado 22 de mayo, durante una de las cenas medievales con espectáculo organizadas por la productora Sternalia.

Durante algo más de tres horas, nos hicimos una idea acerca de cómo era el día a día de la familia Requesens en este peculiar palacio residencial, construido en el año 1291 y considerado Bien Cultural de Interés Nacional. También en qué consistían las fiestas con las que Isabel de Requesens, virreina de Nápoles, condesa de Palamós y baronesa de Calonge, agasajaba a sus invitados. Bufones, luchas de espadas y bailarinas árabes expertas en malabares con fuego solían amenizar las noches en el patio central del Palau Requesens.

De mercaderes a nobles

Los Requesens eran mercaderes de Tarragona que emigraron a la Ciudad Condal con un propósito: aprovechar la influencia del puerto de Barcelona, cada vez mayor en el Mediterráneo. A finales del siglo XIII, la mayoría de los burgueses de la época tropezaban con un gran problema: la nobleza barcelonesa de entonces, con muchos títulos nobiliarios y peso inexistente en la actividad económica.

No fue el caso de esta familia de mercaderes: Galcerán de Requesens era amigo del rey de la época, Alfonso el Magnánimo. "Esto le llevó a ser su mano derecha y, de paso, acceder a todos esos títulos nobiliarios. Una excepción en aquella época, dado que los conflictos entre mercaderes y aristocracia durarán siglos", nos explicó Álex, uno de los guías de Sternalia.

Palacio y fortaleza

A diferencia de otros palacios medievales, el de Requesens, sede actual de la Academia de las Buenas Letras de Barcelona, se caracteriza por sus altos muros, su torre vigía y su estrecha puerta desde el callejón. "Los Requesens supieron aprovechar la torre, una de las 80 que ya existían en la Barcelona romana. Así podían vigilar si se acercaban piratas, bereberes u otros enemigos por la costa. El Palau Requesens se convirtió en una fortaleza más que necesaria: se hallaba a 100 metros del nivel del mar. Entonces, no había buena parte de los edificios actuales: todo era agua", comentó Álex. Así pues, lo primero que se veía al llegar a Barcelona era el Palau Requesens.

Testigos del medievo barcelonés, los muros expresaban la estratificación social de la época. En la zona de abajo, perteneciente a la muralla romana, se pueden ver ventanas más grandes y trabajadas. Mientras, en la parte de arriba se aprecian aquellas más pequeñas y de menor calidad, para el servicio. "La planta Noble se situaba abajo, siendo una de las más cotizadas, hasta finales del siglo XIX cuando se inventó el ascensor. Por el contrario, las habitaciones de arriba correspondían a personal de servicio" añadió.

"El punto más alto de Barcelona"

La velada incluía una visita guiada de 40 minutos, recorriendo algunas de las estancias del palacio, como el salón de sesiones de la Academia de las Buenas Letras de Barcelona.También tuvimos la oportunidad de visitar el despacho de José Martínez Requena, primer académico no residente en Madrid que accedió a la RAE; el patio con estanque y el archivo histórico con ejemplares del Diari de Barcelona desde finales del siglo XVIII a mediados del siglo XX. En un extremo del archivo se hallaba la estrecha escalera que conduce a la torre, el punto "más alto de toda Barcelona", según William, otro de los guías de Sternalia.

"Durante la Edad Media, el imperio español tenía el monopolio del comercio de las Indias. Las monarquías británicas y francesas contraban mercenarios a sueldo para saquear estas rutas marítimas. Por eso, era necesario vigilar la llegada de piratas y corsarios", argumentó. Entonces, el mar llegaba justo donde ahora se sitúa el edificio de Correos de Via Laietana. Barrios como el de la Barceloneta se construyeron para ganarle terreno al mar en el siglo XVIII.

Cena medieval en el Tinellet

De regreso al patio, asistimos a una lucha de espadas como antesala a la cena, basada en recetas culinarias de la época, en el Tinellet. Algo así como un hermano menor del famoso Salón del Tinell, en la plaza del Rey. Sobre el Salón del Tinell circulan leyendas que, a posteriori, se han quedado en "fakes". Se decía que los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, habían recibido a Cristóbal Colón a su regreso de América en el Salón del Tinell, cosa que no sucedió según William.

Antiguamente, el Tinellet servía de cocina y cuadra, dando cobijo a caballos y animales de granja. El calor que desprendían las cocinas y el ganado servía para calentar, de manera natural, la zona noble en invierno. En la actualidad, esta sala, magnífica desde el punto de vista arquitectónico, se alquila para celebrar cenas, banquetes y reuniones de trabajo.

Aunque Sternalia ofrece varios menús a elegir, nosotros hemos probado el de La Virreina. Tras la copa de cava de bienvenida, comienza con un primero a base de tres degustaciones: ensalada de pato a la naranja, panada -pasta cocida y rellena de carne, pescado o verdura- de espinacas y piñones y crêpes de carne guisada, acompañado de un vino especiado conocido como Piment. De segundo, ternera con canela, naranja y anís estrellado. Y de postre, coulant de almendra y miel sobre crema de avellanas.

Al contrario de lo que se podía pensar, la cena no puso punto y final a la velada. Sí lo hizo el montaje de malabares con fuego de casi 15 minutos, a cargo de la compañía Drakonia. Bailarinas y caballeros se conjuraron para despedir esta experiencia gastronómica y cultural "por todo lo alto".