Una de las mayores preocupaciones de los padres es que sus hijos se alimenten bien. Por eso, cuando los pequeños son `malos comedores´, es decir, no comen como los padres esperan que lo hagan, la comida se convierte en una gran fuente de preocupación -incluso desesperación- para ellos y no ...
Una de las mayores preocupaciones de los padres es que sus hijos se alimenten bien. Por eso, cuando los pequeños son `malos comedores´, es decir, no comen como los padres esperan que lo hagan, la comida se convierte en una gran fuente de preocupación -incluso desesperación- para ellos y no saben cómo enfrentarse a esta situación.
Pero ¿por qué un niño no come? A partir del año es normal que "bajen el ritmo", ya sea porque esté menos activo, porque haya pasado por una gastroenteritis o por cuestiones más psicológicas que le han llevado a rechazar el momento de la comida en sí o a asociar rechazar la comida con recibir más atención de sus padres. Algunas de estas situaciones son transitorias y no deben preocuparte, pero otras, como las psicológicas o conductuales, pueden convertirse en toda una tortura si no se solucionan.
Lo mejor, como siempre, es consultar al pediatra, pero si este determina que el niño está sano, tiene un peso saludable y está activo, tanto física como intelectualmente, probablemente el niño esté comiendo lo que necesita, aunque a los padres les parezca que es poco.
Nutricionistas como Julio Basulto en su libro "Se me hace bola", o pediatras como Carlos González en "Mi niño no me come", coindicen en que nunca, bajo ningún concepto hay que obligar a un niño a comer. Jamás debes insistir, presionar, sobornar, manipular y mucho menos premiar o castigar para que coma. Y es que, forzarles, ya sea con amenazas, con gritos, con chantajes… hará que asocien el momento de la comida como algo negativo, desagradable, traumático y, por tanto, intenten evitarlo a toda costa.
Debes evitar, además, distraerles para que coman. Si les ponemos la tele, el móvil, les cantamos, etc. mientras les metemos una cucharada en la boca conseguiremos que coman de manera automática, sin disfrutarlo ni respetando su sensación de saciedad, apetencia, etc. Tampoco hay que persuadirles u ofrecerles algo a cambio (premiarlos). Eso puede llevarle a pensar que se merece cosas o afecto solo si come o a que cada vez que quiera algo, coma, aunque no tenga hambre.
Hacerle una comida solo para él u ofrecerle lo que pide solo para que `coma algo´. Si hay un problema real de apetito, el niño rechazará cualquier comida. Y nada de comidas entre horas.
En cambio, como padres hay actitudes que ayudarán a que la hora de comer sea mucho mejor. Primeramente, recuerda respetar su apetito. Como los adultos, hay niños que comen más que otros y momentos en su vida en los que comerán más que otros. Otro consejo es invitar al pequeño a participar en la elaboración de la comida. Si ya son algo mayores, pueden ayudarnos en la cocina. Ademñas, ofrece siempre comida alternativas saludables y diversas.
Finalmente, ayuda (y mucho) comer en familia. Esto tiene varios aspectos positivos, pues además de convertir la hora de la comida en un momento que compartimos y disfrutamos juntos, ayuda a no poner toda la atención en lo que el niño está comiendo. Y es que, en muchas ocasiones, los niños no comen porque buscan la atención de sus padres. Si esto ocurriese, lo mejor es no hacerle caso y seguir todos comiendo en familia.
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