Sufrir una embolia pulmonar puede poner en riesgo la vida de quien la padece. Por sus características, puede ser confundida por la persona afectada con otras afecciones, pero la consulta médica es imprescindible en el menor intervalo de tiempo posible.

Entre los síntomas de la embolia pulmonar que requieren atención médica inmediata, destacarían:

1-Dolor o molestias en el pecho que empeoran al respirar profundamente o toser. La situación reviste la suficiente importancia para que el afectado acuda al médico.

2-Presión arterial muy baja, mareos o desmayos. Normalmente asociados entre sí porque la bajada de tensión los genera.

3-Dificultades respiratorias. Es frecuente que el afectado describa que "no le llega el aire".

4-Latidos cardíacos irregulares o más rápidos de lo normal. Esas palpitaciones y taquicardias no deben ser confundidas con una patología asociada al mal funcionamiento del corazón.

5-Tos que provoca expectoración con sangre.

El diagnóstico de la embolia pulmonar precisa, además de analizar lo síntomas descritos por el paciente, una serie de pruebas específicas que debe solicitar el médico. Las pruebas más frecuentes son: la angiografía pulmonar por tomografía computarizada (en la que se inyecta un material de contraste en una vena para obtener imágenes de los vasos sanguíneos de los pulmones), la gammagrafía de ventilación y perfusión (cuando la anterior no está disponible o no se puede realizar porque podría ser perjudicial para el paciente), la angiografía pulmonar (es la más precisa para diagnosticar la embolia pulmonar, aunque, por ser invasiva, solo se usa en ciertos pacientes) y la resonancia magnética (que se suele emplear en pacientes como las embarazadas o en quienes el material de contraste podría resultar perjudicial).

El tratamiento de la embolia pulmonar precisa atención médica inmediata. Si se trata de un proceso grave, que pone en peligro la vida del paciente, los medicamentos trombolíticos pueden disolver el coágulo que está generando la embolia. Una vez resuelta la crisis, se suelen pautar medicamentos anticoagulantes, para prevenir la formación de coágulos en momentos posteriores.

Los anticoagulantes son los medicamentos más empleados para tratarla. Su mecanismo de acción se relaciona con la reducción de la capacidad de coagulación de la sangre para evitar que el coágulo aumente de tamaño mientras el organismo lo reabsorbe lentamente y reducir el riesgo de que se formen más coágulos. Existen dos vías de administración oral e inyectable. Pueden generar hemorragias, por lo que es preciso controlar adecuadamente a los pacientes tratados con ellos.

Los medicamentos trombolíticos funcionan disolviendo el coágulo. Su riesgo de causar sangrado es superior al de los anticoagulantes, por lo que su administración se reserva para casos más graves.

En ocasiones, cuando no se destruyen los coágulos, puede resultar necesario realizar una embolectomía. Es una cirugía que permite eliminar las alteraciones que los coágulos provocan en los pulmones de los pacientes que sufren una embolia pulmonar.