Lo que comes o no comes puede tener una incidencia directa sobre tu estado de ánimo. Parece existir una relación y mejor respuesta ante distintas situaciones estresantes. Para mantener un estado de ánimo positivo, no deberían faltar en tu dieta: antioxidantes (como la vitamina C y la E y minerales como el selenio, protectores de los efectos del estrés sobre el organismo), carbohidratos complejos que mantienen el nivel de azúcar en sangre, minerales (como calcio, magnesio, potasio y zinc que proporcionan energía), triptófano (aminoácido esencial componente de las proteínas que ejerce un efecto sedante sobre el sistema nervioso y debe asimilarse a través de la alimentación) y vitaminas del grupo B (sobre todo B6, pues proporcionan buen humor y tranquilidad).

Cuando te sientes ansiosa, al igual que si te sometes a una dieta muy estricta, los neurotransmisores cerebrales (serotonina, adrenalina, etc.) y los niveles hormonales (insulina, glucocorticoides, etc.) se modifican, alterando el estado normal. La ansiedad provoca somatizaciones que se retroalimentan e incrementan esas alteraciones bioquímicas, descompensándose a nivel cerebral. Además, las mujeres, por nuestra carga hormonal y vital, somos más susceptibles de incurrir en estas situaciones.

Cuando sufres ansiedad tu organismo se altera a todos los niveles, produciéndose principalmente:

-Modificación de la actividad serotoninérgica (relacionada con la serotonina, la molécula del placer y del humor) y de la actividad noradrenérgica (que implica neurotransmisores como adrenalina, noradrenalina y otros simpaticomiméticos).

-Alteraciones hormonales, modificándose la síntesis y liberación de insulina, de glucocorticoides (hormonas de acción contraria a la insulina, necesarias para combatir el estrés) y otras hormonas.

-Además, las personas ansiosas duermen mal, por lo que la producción nocturna de melatonina se modifica, provocando una cascada de alteraciones.

La hormona reguladora de la saciedad puede verse alterada por tu estado de ánimo provocando que sientas "hambre", pero sobre todo te apetecerán ciertos alimentos que ese estado provoca de forma acuciante el anhelo de tomarlos. Se continúa investigando el mecanismo de acción de moléculas relacionadas con ese deseo como la leptina y la grelina, hormonas antagónicas cuya actividad regula nuestras ganas de comer.

Algunos estudios científicos indican que necesitamos ciertos alimentos porque actúan como una recompensa inmediata, un premio que nos merecemos y conseguimos disfrutar a través de su sabor, color, olor y textura. Aunque cada uno de nosotros tiene sus propios caprichos, los datos revelan pautas de consumo similares cuando nos sentimos ansiosos o desanimados. Curiosamente, a cada persona le atrae siempre el mismo, lo que se relaciona no tanto con la necesidad nutricional, sino con las papilas gustativas del individuo y el placer que le produce consumir ese alimento.