La insuficiencia renal se define como una alteración en la que los riñones pierden su funcionalidad y no pueden eliminar los compuestos tóxicos y el exceso de líquidos acumulados, ni son capaces de mantener en correcto equilibrio las sustancias químicas presentes en el organismo. La insuficiencia renal debe ser diagnosticada por ...
La insuficiencia renal se define como una alteración en la que los riñones pierden su funcionalidad y no pueden eliminar los compuestos tóxicos y el exceso de líquidos acumulados, ni son capaces de mantener en correcto equilibrio las sustancias químicas presentes en el organismo.
La insuficiencia renal debe ser diagnosticada por el médico a partir de los síntomas que presenta el paciente y solicitando un análisis de sangre específico en el que se van a encontrar determinados valores alterados. Puede clasificarse en aguda y crónica.
La insuficiencia renal aguda se presenta de manera repentina (por ejemplo, en el caso de un accidente en el que se pierde una gran cantidad de sangre o se produce una lesión a nivel de los riñones) y, normalmente, es reversible. Se manifiesta con desequilibrios a nivel de los electrolitos y oliguria (poca eliminación de orina), entre otros.
La insuficiencia renal crónica se debe al daño permanente e irreversible de la función renal. La causas son variadas (hipertensión, diabetes, patologías renales, enfermedades obstructivas de las vías urinarias y consumo de medicamentos tóxicos para el riñón, entre otras), suele ser necesaria la diálisis y, en algunas ocasiones, un trasplante.
Entre los síntomas más frecuentes destacarían:
1-Debilidad y cansancio.
2-Desorientación.
3-Disminución de la diuresis (el volumen de orina), aunque puede mantenerse en valores normales.
4-Falta de aire y fatiga.
5-Irregularidades en el ritmo cardíaco e hipertensión.
6-Náuseas.
7-Retención de líquidos que se hace visible por la apariencia de hinchazón de las piernas, los tobillos o los pies.
Aunque pueden aparecer previamente, una vez instaurada la insuficiencia renal, se presentan numerosas alteraciones (hipertensión, anemia, dislipemia y mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, entre otras) y se reduce el bienestar del paciente.
El paciente necesitará un tratamiento específico para reemplazar la perdida de la función renal, entrando, normalmente, en una dinámica de diálisis y trasplante según las necesidades del enfermo. Es importante realizar un diagnóstico preciso y seguir las indicaciones del médico para mejorar la calidad de vida del enfermo.
Los expertos inciden en la necesidad de cuidar siempre el riñón, y con mayor intensidad, si surge algún síntoma relacionado con su mal funcionamiento. Las recomendaciones pasan por un cambio en el estilo de vida. El cambio nutricional se centra en aportar suficiente energía, limitar el consumo de proteínas, controlar los niveles de sodio, líquidos y potasio, aportar vitamina D y calcio, restringir el consumo de fósforo y magnesio y realizar un plan dietético personalizado. También se pretende aumentar el ejercicio y eliminar los malos hábitos (alcohol y tabaco, entre otros). Es fundamental la adherencia al tratamiento prescrito por el médico para cada caso concreto (puede ser necesario pautar estatinas, por ejemplo, si los niveles de colesterol son elevados).
¿Quieres escuchar nuestros podcast ? Únete a nuestra comunidad y sumérgete en un mundo de inspiración y empoderamiento para la mujer moderna.
Las últimas tendencias en salud, maternidad, viajes, cultura y feminismo en nuestra revista.
Acceso a noticias y newsletters exclusivas
Descarga de materiales únicos, como webinars, podcasts o vídeos
¿Te lo vas a perder?
Acceder