Según datos que maneja General Optica, líderes en el cuidado de la salud visual y auditiva, aunque siete de cada diez españoles tienen algún tipo de error refractivo, solo dos de cada tres acuden a revisiones periódicas, principalmente porque asumen que su visión es correcta al no experimentar molestias. No ...
Según datos que maneja General Optica, líderes en el cuidado de la salud visual y auditiva, aunque siete de cada diez españoles tienen algún tipo de error refractivo, solo dos de cada tres acuden a revisiones periódicas, principalmente porque asumen que su visión es correcta al no experimentar molestias. No obstante, no hay que esperar a que aparezcan síntomas ya que ciertas afecciones oculares evolucionan lentamente y de manera silenciosa.
Pero, ¿a qué edad debería empezar a revisarnos la vista?
La primera revisión ocular debería realizarse durante el primer año de vida, preferiblemente entre los 6 y 12 meses. En esta etapa temprana, un óptico experto puede detectar signos de problemas visuales importantes como estrabismo (desviación de los ojos), opacidades en el cristalino o anomalías en la retina. Si existen antecedentes familiares, parto prematuro, movimientos oculares extraños o falta de contacto visual, la evaluación es aún más crucial.
Después de esa primera revisión, se recomienda acudir a la óptica para revisarse de nuevo entre los 3 y 4 años, justo antes del comienzo escolar. En esta etapa, el niño ya ha desarrollado buena parte de sus habilidades visuales, por lo que es un momento clave para detectar miopía, hipermetropía, astigmatismo u ojo vago (ambliopía), condiciones que pueden corregirse más fácilmente si se tratan a tiempo. Detectar estos problemas antes de que afecten al aprendizaje y al desarrollo social es fundamental, ya que muchos niños no saben que ven mal y se adaptan sin que los adultos lo noten.
La frecuencia ideal para realizar una revisión ocular depende de la edad, el estado de salud visual y los antecedentes personales o familiares. En términos generales, se recomienda hacer una revisión al menos una vez al año, incluso si no se experimentan molestias. Una revisión anual permite detectar a tiempo cualquier cambio en la visión o alteraciones estructurales en el ojo, facilitando tratamientos más eficaces y menos invasivos. En los casos en los que ya existen errores refractivos conocidos u otras molestias, es posible que la frecuencia deba ser mayor.