Pedalear con sentido: beneficios que van más allá del ejercicio Montar en bicicleta no es solo una forma de hacer ejercicio. Es una experiencia completa, sensorial, liberadora. Es moverte con tu propio impulso, sentir el viento en la cara, descubrir tu ciudad o tu entorno desde otra perspectiva. El pedaleo constante ...
Montar en bicicleta no es solo una forma de hacer ejercicio. Es una experiencia completa, sensorial, liberadora. Es moverte con tu propio impulso, sentir el viento en la cara, descubrir tu ciudad o tu entorno desde otra perspectiva. El pedaleo constante mejora la circulación, fortalece piernas y glúteos, activa el sistema cardiovascular y ayuda a mantener un peso saludable sin forzar las articulaciones, algo que muchas mujeres agradecen especialmente a partir de cierta edad.
Además, pedalear libera endorfinas, las famosas "hormonas de la felicidad", y contribuye a reducir los niveles de cortisol, la hormona del estrés. ¿El resultado? Mente más despejada, mejor humor y una sensación general de bienestar. Y lo mejor de todo: puedes hacerlo a tu ritmo, sin exigencias externas, sin horarios fijos, sin metas que no tengan sentido para ti. Simplemente porque te apetece y porque te hace bien.
A pesar de todos estos beneficios, muchas mujeres sienten respeto -o directamente miedo- al plantearse volver a montar en bici después de años sin hacerlo. "Hace mucho que no la toco", "me da miedo el tráfico", "ya no tengo equilibrio", "no tengo tiempo"... Frases que nos repetimos con tono de excusa, pero que en realidad esconden algo más profundo: el deseo de volver a conectar con una parte de nosotras que echamos de menos. La parte libre, curiosa, valiente.
No se trata de tener una gran forma física, ni de apuntarse de golpe a una ruta de 50 kilómetros. Se trata de probar. De quitar el polvo a la bici, revisar los frenos, y darte una vuelta por un carril bici tranquilo un domingo por la mañana. Se trata de recuperar esa sensación infantil de libertad y juego, y recordarte que sigues estando a tiempo. Siempre lo estás.
Si ha pasado mucho tiempo desde la última vez que montaste, empieza poco a poco. Puedes probar primero con una bicicleta eléctrica para sentirte más segura, o alquilar una antes de decidir si te animas a comprar una nueva. Elige zonas llanas, con poco tráfico y buena visibilidad. Lleva casco, ajusta bien el sillín y ponte ropa cómoda. Si necesitas un empujón extra, salir acompañada puede ayudarte: una amiga, tu pareja o incluso un grupo local de ciclistas recreativas pueden darte ese punto de confianza que al principio se agradece tanto.
Y no te preocupes si no te sientes "ágil" desde el primer día. El cuerpo tiene memoria, y la bici, como se dice, no se olvida. Lo importante es volver a sentir que puedes. Que estás en movimiento. Que aún te queda mucho por pedalear, literal y simbólicamente.
Volver a la bicicleta también tiene un impacto emocional importante. Te ayuda a estar presente, a desconectar del ruido mental, a reconectar con el entorno. Mejora la concentración, estimula la creatividad, baja el ritmo interno y refuerza la autoestima. En un mundo lleno de pantallas, de estímulos constantes y de multitareas, salir en bici es una forma de rebeldía amable. Es decir: "me regalo este tiempo solo para mí".
Y además, es un gesto que contagia. Tus hijos te ven y se animan. Tus amigas te escuchan y se interesan. Tu cuerpo responde, agradecido. Es un pequeño gran paso que activa otros.
Volver a la bicicleta después de los 40 no es un capricho ni una moda: es un acto de amor propio. Un reencuentro con una parte de ti que tal vez habías dejado aparcada, pero que sigue muy viva. No dejes que el miedo, el "ya no puedo" o el "es tarde" te frenen. Porque no lo es. Nunca es tarde para volver a disfrutar del aire libre, del movimiento y del placer de hacer algo solo por el gusto de hacerlo.
Y si necesitabas una señal para volver a subirte a la bici, aquí la tienes. Porque la bicicleta no se olvida… y tú tampoco deberías olvidarte de todo lo que aún puedes disfrutar.