Hoy en esvivir.com te contamos los detalles sobre un enemigo silencioso que puede estar afectando tu energía sin que lo notes: el ruido. Y no hablamos solo del molesto martilleo de unas obras o de la música estridente de una fiesta, sino de ese zumbido constante que acompaña nuestro día ...
Hoy en esvivir.com te contamos los detalles sobre un enemigo silencioso que puede estar afectando tu energía sin que lo notes: el ruido. Y no hablamos solo del molesto martilleo de unas obras o de la música estridente de una fiesta, sino de ese zumbido constante que acompaña nuestro día a día. El tráfico, las notificaciones del móvil, la televisión de fondo, la radio en el coche, las conversaciones cruzadas… Son sonidos que hemos normalizado, pero que saturan nuestros sentidos y agotan nuestro sistema nervioso.
Aunque no lo percibamos de forma consciente, el exceso de estímulos sonoros puede estar detrás de ese cansancio que no se va, de la irritabilidad sin motivo o de las noches de sueño poco reparador. Y como mujeres, acostumbradas a estar pendientes de todo y de todos, solemos olvidarnos de lo más básico: proteger nuestra energía también pasa por cuidar el entorno acústico.
Nuestro cerebro necesita pausas, espacios de calma, momentos de desconexión real. Pero si estamos todo el día recibiendo sonidos, aunque sean suaves o aparentemente "de fondo", nuestro sistema nervioso se mantiene en estado de alerta. Esto puede derivar en:
Fatiga mental y física.
Falta de concentración o sensación de "niebla mental".
Problemas para dormir o despertar con cansancio.
Irritabilidad o ansiedad sin causa clara.
Quizás alguna vez te hayas sorprendido de mal humor sin saber por qué. Y la respuesta esté en que no has tenido ni un minuto de silencio verdadero en todo el día.
Estamos tan acostumbradas al ruido que muchas veces no lo identificamos como un problema. Pero puedes empezar a tomar conciencia preguntándote:
¿Cuántos aparatos tienes encendidos al mismo tiempo?
¿Tienes la tele o la radio como "compañía" incluso si no estás prestando atención?
¿Revisas el móvil cada vez que suena, vibra o aparece una notificación?
¿Escuchas música incluso cuando no estás disfrutándola?
El primer paso para recuperar la calma es saber desde dónde empieza el exceso. A veces, un simple gesto —como desayunar sin pantallas o salir a caminar sin auriculares— puede marcar la diferencia.
No necesitas vivir sola ni mudarte al campo para hacer sitio al silencio. Puedes probar con:
Un rincón sin pantallas en casa para leer, estirarte o simplemente respirar.
Poner el móvil en modo avión o activar el modo concentración durante una hora al día.
Cambiar música con ritmo acelerado por sonidos de la naturaleza o silencio puro.
Usar tapones para dormir si vives en una zona ruidosa.
Hacer escapadas breves a espacios tranquilos: un parque, la playa o la montaña.
El objetivo no es vivir en completo silencio, sino integrar momentos de calma acústica como parte de tu rutina. Tu cuerpo y tu mente lo agradecerán.
Quizás nunca te lo habías planteado, pero regalarte silencio es una forma poderosa de autocuidado. No se trata de aburrimiento ni de aislamiento, sino de reconectar contigo misma sin estímulos externos que te interrumpan. Porque cuando el ruido baja, las ideas se ordenan, las emociones se aclaran y volvemos a escucharnos de verdad.
Haz la prueba: apaga lo que no necesitas, baja el volumen del entorno y permítete estar en calma, aunque sea solo unos minutos al día. Verás que, poco a poco, ese espacio sin ruido se convierte en un bálsamo necesario. El silencio, bien cultivado, es uno de los mejores aliados del bienestar femenino.