Probablemente hayas oído hablar de los disruptores endocrinos, un problema de salud pública que según los expertos puede tener graves consecuencias para la salud humana. Muchos de los compuestos que provocan estos efectos están presentes no solo en el entorno, generando preocupación por su impacto ambiental, sino también en los ...
Probablemente hayas oído hablar de los disruptores endocrinos, un problema de salud pública que según los expertos puede tener graves consecuencias para la salud humana. Muchos de los compuestos que provocan estos efectos están presentes no solo en el entorno, generando preocupación por su impacto ambiental, sino también en los alimentos. Por ello, reducir la exposición a esos disruptores endocrinos es fundamental para proteger nuestra salud y la de las generaciones futuras. Así lo han puesto de manifiesto los médicos de familia que han participado en el 31º congreso nacional de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).
El papel que juegan los materiales de envasado, tanto alimentario como farmacéutico lo han abordado en una mesa de debate Marciel Maffini, científica experta internacional en seguridad química y salud ambiental, especializada en cáncer y disrupción endocrina y Jonatan Alonso Mortez, miembro de los Grupos de Trabajo de Endocrinología y Nutrición, Estilo de Vida y Salud Pública de SEMG.
"Cuando pensamos en salud pública, pensamos en nutrición, en vacunas, en ejercicio físico… pero no solemos pensar en el envase. Y, sin embargo, el envase es una parte silenciosa, pero constante de nuestra relación con los alimentos y fármacos", asegura Jonatan Alonso, y más aún en un contexto de creciente preocupación social por los contaminantes químicos y la salud ambiental.
Ciertos materiales de envasado (especialmente los plásticos o envases que hacen uso de polímeros, multicapa o funcionalizados) pueden liberar compuestos que alteran el sistema hormonal humano. Estos disruptores endocrinos causan un fenómeno por el cual sustancias químicas externas alteran el equilibrio hormonal del organismo. Están presentes en muchos objetos de uso cotidiano y se han vinculado con alteraciones metabólicas, reproductivas e incluso ciertos tipos de cáncer, según Maricel Maffini, quien explica que "su efecto puede ser especialmente nocivo en etapas críticas como el embarazo, la infancia o la pubertad".
La experta además advierte sobre el efecto acumulativo y sinérgico de mezclas químicas. "Aunque cada sustancia individual esté por debajo de los límites legales, su combinación en la vida real puede tener efectos adversos, incluso a dosis extremadamente bajas". En este sentido, ponen énfasis en que reducir la exposición a disruptores endocrinos debe entenderse como una estrategia de salud pública.
También destacan que los microplásticos (presentes en alimentos, agua potable, el aire y la agricultura) representan otra vía emergente de exposición, aún poco regulada, "que afecta no solo al medio ambiente, sino también a la salud humana a través de la inhalación e ingestión crónica". Como concluyen los doctores, el exposoma (conjunto de exposiciones ambientales a lo largo de la vida) comienza muchas veces en lo que comemos, bebemos y tocamos, incluso antes de nacer. Y por ello, la elección del envase deja de ser un detalle técnico y se convierte en un factor clínico infraestimado, que merece mayor atención.
Los ponentes coinciden en destacar que la prevención comienza mucho antes del diagnóstico y que es hora de considerar el envase no como un simple contenedor, sino como una herramienta de salud pública.
En este contexto, el vidrio se posiciona como una alternativa segura, estable y sostenible, avalada por reconocidas entidades científicas y sanitarias. Es el único material de envasado que cuenta con la etiqueta GRAS (Generally Recognized As Safe) otorgada por la FDA (Food and Drug Administration) de Estados Unidos. En Europa, el reglamento REACH lo exime de registro por su inercia química y la ausencia de toxicidad durante todo su ciclo de vida.
Además, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), a través de su Instituto de Cerámica y Vidrio, ha certificado que los envases de vidrio no contienen Bisfenol A (BPA) ni otras sustancias orgánicas potencialmente peligrosas (como ftalatos, ITX o acetil-aldehídos), y que no presentan migración química hacia los alimentos o medicamentos que contienen. En definitiva, el vidrio reduce la carga química del exposoma, convirtiéndose en una herramienta silenciosa de prevención, que permite reducir riesgos químicos evitables y construir un entorno más seguro y sano.