Comer bien no empieza solo cuando te sientas a la mesa. En realidad, empieza mucho antes: en cómo haces la compra, en lo que decides guardar… y en cómo lo ordenas dentro de tu nevera. Ese espacio que abres varias veces al día puede convertirse en un aliado silencioso para cuidar ...
Comer bien no empieza solo cuando te sientas a la mesa. En realidad, empieza mucho antes: en cómo haces la compra, en lo que decides guardar… y en cómo lo ordenas dentro de tu nevera.
Ese espacio que abres varias veces al día puede convertirse en un aliado silencioso para cuidar de ti, ayudarte a comer de forma más natural y a evitar decisiones impulsivas cuando llegas con hambre o cansancio.
Nuestro cerebro, por naturaleza, ahorra energía y busca lo fácil. Lo que está a la vista, a mano o identificado como "accesible" será lo que acabes comiendo en la mayoría de las ocasiones. No es falta de voluntad, es biología.
Si al abrir la nevera lo primero que ves son unos restos de pizza o un postre industrial, tu cuerpo irá hacia ahí, aunque tengas una ensalada recién preparada al fondo. Por eso, tener un orden funcional y visualmente amable no solo ayuda a comer mejor, también reduce el estrés, el desperdicio de comida y esa sensación de "no tengo nada sano en casa".
Antes de reorganizar, haz una limpieza profunda. Vacía la nevera, limpia cajones y baldas, revisa fechas de caducidad y detecta qué productos compraste pero nunca llegaste a usar.
Es un buen momento para ser honesta contigo misma: tener menos cantidad, pero más útil y visible, suele ser más eficaz que acumular "por si acaso".
Una nevera bien organizada no sigue una única fórmula, pero sí hay algunas claves que funcionan:
Zona central y visible: lo que más te interesa consumir debería estar a la altura de los ojos. Frutas lavadas y listas, tuppers con comidas caseras, huevos cocidos, yogures naturales o hummus en frascos de cristal. Cuanto más accesible y visual, más lo incorporarás en tus elecciones diarias.
Cajón de verduras: clasifica por uso habitual (para ensaladas, para cocinar, para cremas). Usar bolsas o cajas reutilizables ayuda a conservar la frescura y evita que queden verduras olvidadas al fondo.
Baldas superiores: ideal para sobras o platos preparados. Guárdalos en envases transparentes y con etiquetas que indiquen la fecha y el contenido. Esto facilita que los veas y los consumas antes de que se estropeen.
Puerta de la nevera: reserva este espacio para bebidas, salsas o productos que no necesiten frío constante. Aunque muchas veces guardamos aquí la leche o los huevos, lo cierto es que es la zona menos fría, así que conviene usarlas para encurtidos, agua, bebidas vegetales o aliños.
Una nevera saturada no solo es incómoda de usar, también genera sensación de caos. Intenta dejar al menos un 20-25% del espacio libre. Esto permite una mejor circulación del aire, alarga la vida de los alimentos y facilita que encuentres lo que buscas.
Una nevera con margen transmite calma y te invita más a cocinar que una repleta de envases apilados sin lógica.
No se trata de tener una cocina de revista ni de seguir reglas rígidas. Se trata de crear un entorno que te acompañe en tus decisiones diarias, sin juzgarte ni exigirte más.
La próxima vez que abras la nevera, pregúntate: ¿esto me ayuda a cuidarme? Porque cada balda bien pensada puede ser una invitación a comer mejor… sin esfuerzo y sin culpa.