La dispepsia es un problema frecuente y, normalmente puntual, que debe ser consultado al médico desde el primer momento. Las causas de su aparición son múltiples y los remedios numerosos, pero es imprescindible un diagnóstico correcto para evitar problemas más serios o tratamientos inadecuados que generen alteraciones sistémicas. Es complicado establecer ...
La dispepsia es un problema frecuente y, normalmente puntual, que debe ser consultado al médico desde el primer momento. Las causas de su aparición son múltiples y los remedios numerosos, pero es imprescindible un diagnóstico correcto para evitar problemas más serios o tratamientos inadecuados que generen alteraciones sistémicas.
Es complicado establecer una clasificación de la indigestión, porque las causas son variadas. Los pacientes describen síntomas diferentes que se combinan y predominan en cada momento. Se habla de dispepsia orgánica cuando se puede asociar a alguna causa directa a nivel del aparato digestivo (estómago, duodeno o esófago, por ejemplo) o al uso de fármacos (antibióticos o antiinflamatorios, entre otros).
La dispepsia funcional suele establecerse como diagnóstico de exclusión al que se llega cuando no se encuentra una causa orgánica que justifique los síntomas (como una úlcera, un problema biliar o el reflujo gastroesofágico, por ejemplo).
El diagnóstico debe hacerlo el médico, analizando los síntomas descritos por el paciente. Se suele realizar un estudio completo de los hábitos (que incluye el consumo de alcohol, café y tabaco, aumento del dolor durante el ayuno o la digestión, mejoría o no al eructar y otras consideraciones). Si es necesario, se realizan pruebas objetivas en función de las respuestas del paciente (gastroscopia, análisis de sangre, heces y orina, ecografía o el test de Helicobacter pylori, por ejemplo) o derivarle al especialista.
El tratamiento se centra en modificar la dieta, mejorar el estilo de vida y combatir los síntomas asociados. Las recomendaciones generales serían:
El médico puede pautar una serie de fármacos que reducen los síntomas asociados a la indigestión. Suelen administrarse antiácidos, bicarbonato sódico, carbonato cálcico, compuestos de magnesio, compuestos de aluminio, compuestos de magnesio y aluminio, procinéticos y antisecretores gástricos, entre otros. Es fundamental entender que no son medicamentos inocuos, pues presentan efectos secundarios que pueden llegar a ser peligrosos si son consumidos sin control médico.