La Organización Mundial de la Salud define el dolor crónico como la sensación o el indicador corporal de que algo no funciona bien de manera persistente (durante más de tres meses) o que se repite con una frecuencia relativa (meses, semanas o años). Los datos señalan que la incidencia del dolor ...
La Organización Mundial de la Salud define el dolor crónico como la sensación o el indicador corporal de que algo no funciona bien de manera persistente (durante más de tres meses) o que se repite con una frecuencia relativa (meses, semanas o años).
Los datos señalan que la incidencia del dolor crónico es elevada. Se calcula que, aproximadamente, el 19% de los europeos lo padecen y el 11% de españoles conviven diariamente con él.
Las causas del dolor crónico son múltiples. Suele presentarse como síntoma de algún problema de salud concreto al que se asocia directamente (por ejemplo, un esguince o una rotura de ligamentos) y cuando tras superarse el problema detonante, el dolor persiste a pesar del tratamiento aplicado, pasaría a considerarse dolor crónico. También puede ser causado por un dolor primario (como la cefalea crónica de quienes padecen frecuentes dolores de cabeza por la tensión asociada al estrés o por problemas cervicales, el dolor neuropático o enfermedades que cursan con dolor como la fibromialgia o la artritis) que padecen a diario los síntomas de su patología y el dolor crónico asociado.
El dolor puede provocar síntomas a nivel físico, emocional y social. Entre los más habituales se encuentran ansiedad, depresión, dificultades para dormir, cansancio extremo, irritabilidad, sentimiento de culpa, pérdida de interés en las relaciones sexuales, abuso de sustancias como el alcohol y problemas familiares, matrimoniales o laborales, entre otros.
El diagnóstico debe hacerlo el médico. Es fundamental acudir a consulta para que valore la situación, realice una historia completa e indique las pruebas que considere oportunas. La primera vez que el dolor aparece puede pasar desapercibido porque suele considerarse un problema leve y sin importancia. Cuando el proceso se repite o se presenta un dolor intenso y desacostumbrado, es preciso que el médico lo valore para derivar, si fuera necesario, a un especialista.
El tratamiento también debe ser pautado por el médico. La única opción segura es acudir a la farmacia y consultar al farmacéutico. También, cuando ya se ha padecido la misma problemática y se ha recetado un fármaco, puede tomarse si el médico así lo había indicado como remedio cuando se vuelva a presentar el mismo tipo de dolor. Suelen recomendarse medicamentos analgésicos, pero deben ser administrados por el especialista y utilizarlos según las pautas que él haya indicado.
No se recomienda la automedicación porque lo único que se consigue sería mitigar el dolor de manera momentánea y puntual sin encontrar la causa real desencadenante.