¿Te pasa que al terminar el día notas la espalda tensa, los hombros cargados y el cuello como si pesara el doble? No estás sola. Pasamos muchas horas sentadas frente a una pantalla, y no siempre con la mejor postura. Lo asumimos como algo inevitable, pero no lo es. Una ...
¿Te pasa que al terminar el día notas la espalda tensa, los hombros cargados y el cuello como si pesara el doble? No estás sola. Pasamos muchas horas sentadas frente a una pantalla, y no siempre con la mejor postura. Lo asumimos como algo inevitable, pero no lo es. Una mala postura mantenida en el tiempo no solo afecta a tu cuerpo, también a tu energía, tu concentración y hasta a cómo respiras.
No necesitas tecnología que vibre ni alarmas que te digan cómo sentarte. Tu cuerpo ya te avisa: con molestias, con fatiga, con rigidez. Escúchalo. Agradécele lo que aguanta cada día y cuídalo con pequeños gestos. Porque cuando mejoras tu postura, mejoras también tu energía, tu estado de ánimo y tu forma de habitar el día.
Tu cuerpo no necesita perfección. Solo necesita que lo mires más, que lo fuerces menos y que lo acompañes con más amabilidad.