La llegada del verano supone una relajación en nuestros hábitos y rutinas. Reuniones con amigos y familiares, viajes, chiringuitos, comidas y cenas fueras de casa, picoteo entre horas, cervezas, helados… Los meses antes del verano son lo que conocemos como los meses de operación bikini. Nos esforzamos por mejorar nuestra alimentación ...
La llegada del verano supone una relajación en nuestros hábitos y rutinas. Reuniones con amigos y familiares, viajes, chiringuitos, comidas y cenas fueras de casa, picoteo entre horas, cervezas, helados…
Los meses antes del verano son lo que conocemos como los meses de operación bikini. Nos esforzamos por mejorar nuestra alimentación y nos animamos en la práctica de algún deporte, sin embargo cuando llega el verano estas buenas prácticas desaparecen.
Todo esto tiene sus consecuencias y la báscula lo nota, durante las vacaciones de verano solemos engordar de 2 a 3 kilos. ¿Pero por qué suele pasar esto? Rocío Práxedes, dietista de la Unidad de Obesidad del hospital Quirónsalud Valencia lo explica.
Ganamos peso en verano porque salimos a comer fuera de casa con más frecuencia, tenemos vacaciones y no estamos sujetos a horarios y orden de comidas, se producen más encuentros familiares y con amigos, pero sobre todo, porque no entendemos los tratamientos dietéticos como un cambio de hábitos.
Algunas personas entienden las vacaciones como un momento de liberación frente a las obligaciones y rutinas aprendidas, de manera que durante el verano se comportan de otra manera, y el riesgo está en que las conductas repetidas pueden gestar nuevas costumbres.
Esta señal de liberación puede interpretarse como una forma de perjudicar nuestro bienestar personal porque descuidamos habilidades y estrategias que habitualmente seguimos para auto-cuidarnos, por ejemplo: en casa hemos conseguido hacer un desayuno saludable cada día, pero cuando estamos de vacaciones y en un hotel, no sabemos poner fin a una ingesta placentera y posponer la gratificación.
Sería útil poder disfrutar del tiempo de descanso desde la atención a nuestras necesidades, además de fomentar el bienestar emocional siendo conscientes del momento presente, estas acciones nos ayudan a no pecar en los eventos sociales, la comida deja de ser lo más importante, nos ayudan a manejar el autocontrol frente a las conductas impulsivas.
La mejor recomendación es pensar e idear lo que podemos hacer antes de que acabe el verano, para prevenir la ganancia de peso. Pero los objetivos en este período tienen que ser pocos, realistas, claros y medibles, sencillamente porque estamos de vacaciones y descanso.
Lo importante es tratar de ser conscientes de lo que decidimos hacer y no tratar de realizar conductas compensatorias ante los momentos de malestar emocional, puesto que esto únicamente fomentará la sensación de pérdida de control, lo que conllevará una probable sensación de fracaso que agravará el problema con nuestra alimentación.
Las comidas que hacemos en casa durante el verano no deberían de cambiar demasiado. Podemos planificar el menú semanal en casa para asegurar la ingesta de legumbres, pescado, y verduras, e incluir algún extra durante la semana, por ejemplo "una pizza el viernes por la noche", además la pizza puede ser casera e incluir ingredientes saludables.
También es importante cambiar nuestro discurso interno y externo. En lugar de pensar y hablar de cometer "excesos" en verano, podemos permitirnos la posibilidad de "flexibilizar" la dieta, incorporar algún alimento o plato más calórico y quizás menos saludable, pero siempre siendo consciente del tamaño de la ración y la frecuencia de consumo.
Porque la solución no es ganar y perder peso cada año, es necesario conciliar lo que nos gusta para comer y lo que conviene a nuestra salud.
Esta es una de las consultas frecuentes al equipo de profesionales sanitarios en Quirónsalud, es importante tener en cuenta los hábitos de cada persona y su ritmo de vida, por ello: