La indigestión o dispepsia se considera un problema frecuente y, normalmente puntual, que debe ser consultado al médico desde el primer momento en que se presente. Las causas son múltiples y los remedios numerosos, pero es imprescindible un diagnóstico correcto para evitar problemas o tratamientos inadecuados que generen alteraciones sistémicas. La ...
La indigestión o dispepsia se considera un problema frecuente y, normalmente puntual, que debe ser consultado al médico desde el primer momento en que se presente. Las causas son múltiples y los remedios numerosos, pero es imprescindible un diagnóstico correcto para evitar problemas o tratamientos inadecuados que generen alteraciones sistémicas.
La clasificación es complicada porque quienes la padecen describen varias sensaciones diferentes que se mezclan y predominan según el momento. Se considera orgánica si se puede asociar a alguna causa directa a nivel del aparato digestivo (estómago, duodeno o esófago, por ejemplo) o a la administración de fármacos (antibióticos, AINE o antiarrítmicos, entre otros). La dispepsia funcional suele corresponder a un diagnóstico de exclusión al que se llega cuando no se encuentra una causa orgánica que justifique los síntomas que presentan los pacientes (como una úlcera, un problema biliar o reflujo, por ejemplo).
Consulta al médico para realizar el diagnóstico porque no todos los pacientes son iguales. Se suele realizar un estudio completo de los hábitos personales que incluye: consumo de alcohol, café y tabaco, momento en que aumenta el dolor (ayuno o digestión), mejoría o no al eructar y otros. Pueden solicitarse pruebas específicas en función de las respuestas que ha dado el paciente (el test de Helicobacter pylori, gastroscopias, análisis de sangre, heces y orina, etc.) y derivar al paciente al especialista.
Los especialistas señalan que el tratamiento se centra en combatir los síntomas y modificar la dieta y el estilo de vida. Entre las recomendaciones destacarían:
1-Comer de manera relajada, masticando con lentitud, sentado cómodamente y manteniendo un horario regular.
2-Disminuir el consumo de sustancias irritantes como alcohol, bebidas excitantes (como el té o el café) y tabaco.
3-Dormir adecuadamente siguiendo pautas que permitan descansar las horas necesarias para recuperar la energía perdida. Mejorar la cantidad y calidad del sueño es imprescindible para lograr un buen equilibrio. No acostarse inmediatamente después de comer para evitar que se presente reflujo gastroesofágico.
4-Utilizar prendas que no queden apretadas en la cintura para reducir la presión a ese nivel.
5-Reducir el estrés y realizar actividades relajantes (pasear, leer, nadar o la que mayor satisfacción genera).
6-Seguir una dieta adecuada (verduras, frutas, carne magra, pescado, etc.). Evitar las comidas copiosas o muy grasas (alimentos fritos, salsas, embutidos y especias picantes, fundamentalmente).
El médico pautará, a nivel farmacológico, medicamentos de alguno de los grupos que resultan eficaces a diferentes niveles. Antiácidos, bicarbonato sódico, carbonato cálcico, procinéticos, antisecretores gástricos o compuestos específicos (de magnesio, de aluminio, de magnesio y aluminio, etc.) Ningún fármaco resulta inocuo (aunque sea de uso frecuente y popular) porque presentan diferentes efectos secundarios que pueden llegar a ser peligrosos si son consumidos sin control médico.