No es falta de tiempo, es falta de permiso Detrás de cada "no tengo tiempo" suele esconderse otra frase más honesta: "no me lo permito". No me permito priorizarme, descansar sin culpa o disfrutar sin tener todo lo demás hecho. Crecemos con la idea de que el placer o los proyectos ...
Detrás de cada "no tengo tiempo" suele esconderse otra frase más honesta: "no me lo permito". No me permito priorizarme, descansar sin culpa o disfrutar sin tener todo lo demás hecho. Crecemos con la idea de que el placer o los proyectos personales deben ganarse a base de esfuerzo. Como si estar ocupadas fuera sinónimo de valía. El resultado: el cuerpo se agota, la creatividad se posterga y el deseo queda siempre relegado.
Este autoengaño también cumple una función. Aplazar lo que queremos puede parecer una excusa, pero a menudo es una protección:
El problema es que ese refugio cómodo se transforma en un círculo vicioso. Y lo que empieza siendo un "ya lo haré" se convierte en frustración o apatía.
Antes de pensar en reorganizar tu agenda, conviene revisar las creencias que alimentan este hábito. Pregúntate:
Estas reflexiones suelen revelar que lo que falta no es hueco en el calendario, sino valentía para ponerte en el centro.
No necesitas una tarde entera para empezar. A veces, lo transformador es un gesto pequeño:
El tiempo no se encuentra, se elige. Y cuando eliges dedicarte aunque sea un instante, estás enviando un mensaje poderoso: hoy no me dejo para después.
Las listas infinitas de tareas siempre estarán ahí. Pero tu deseo, tu descanso y tu versión más libre no deberían quedarse al final. No se trata de hacerlo todo, sino de empezar a hacer lo que de verdad importa. No mañana, no cuando todo esté perfecto, sino ahora, aunque sea en pequeñas dosis.
Porque cada minuto que te concedes sin culpa es una manera de recordarte que mereces existir también para ti. Y ese permiso interno es, al final, el verdadero cambio.