Comer con calma: el secreto para mejorar la digestión 

Sonia Baños

En esvivir.com queremos invitarte a recuperar el placer de comer despacio, prestando atención a los sabores, las texturas y a las señales de tu propio cuerpo.

23/09/2025

¿Cuántas veces has terminado un plato sin darte cuenta de lo que estabas comiendo? Entre prisas, pantallas y distracciones, comer se convierte a menudo en un acto automático. Sin embargo, lo que hacemos mientras comemos influye tanto en nuestra salud como lo que ponemos en el plato. Comer con calma ...

¿Cuántas veces has terminado un plato sin darte cuenta de lo que estabas comiendo? Entre prisas, pantallas y distracciones, comer se convierte a menudo en un acto automático. Sin embargo, lo que hacemos mientras comemos influye tanto en nuestra salud como lo que ponemos en el plato. Comer con calma no es una moda: es una manera sencilla de mejorar la digestión, equilibrar tu relación con los alimentos y cuidar de tu bienestar emocional.

Comer despacio para sentir más

El primer paso para comer con calma es simple: bajar el ritmo. Cuando comes rápido, tu cuerpo no tiene tiempo de enviar la señal de saciedad al cerebro y es más fácil acabar con exceso de comida o con malestar digestivo. En cambio, si masticas lentamente, saboreas cada bocado y haces pequeñas pausas entre uno y otro, disfrutas más y tu organismo digiere mejor.

Un truco práctico es dejar los cubiertos en la mesa después de cada bocado. Ese gesto tan pequeño ayuda a frenar el impulso de seguir sin pensar y convierte la comida en un momento más consciente. Otro consejo útil es beber agua entre bocados: hidrata, refresca y, al mismo tiempo, da un respiro al estómago para trabajar con más calma.

Escuchar las señales del cuerpo

Comer despacio también implica prestar atención a lo que sientes. ¿Tienes hambre real o es ansiedad, aburrimiento o cansancio? Muchas veces recurrimos a la comida como una vía de escape, cuando en realidad nuestro cuerpo no lo necesita. Aprender a distinguir estas sensaciones es clave para mejorar la relación que mantenemos con la comida.

Una estrategia sencilla es hacerte dos preguntas antes de empezar: "¿Tengo hambre física o emocional?" y "¿Cómo quiero sentirme después de esta comida?". Con el tiempo, esas respuestas te guiarán hacia elecciones más saludables y satisfactorias. Además, al prestar atención al hambre real, podrás evitar los atracones y recuperar la capacidad natural de parar cuando ya has tenido suficiente.

Comer sin distracciones

La televisión, el móvil o el ordenador son grandes enemigos de una buena digestión. Al distraernos, dejamos de registrar lo que comemos y perdemos la oportunidad de disfrutarlo de verdad. El cerebro necesita recibir la información sensorial del acto de comer para activar la sensación de saciedad, y si no prestamos atención, terminamos con la sensación de vacío incluso después de haber comido.

Intenta reservar al menos una comida al día para hacerla sin pantallas. Puede parecer raro al principio, pero pronto notarás que los sabores se intensifican y que la sensación de saciedad llega antes. Incluso si no tienes compañía, puedes poner música suave, encender una vela o simplemente disfrutar del silencio. Convertir ese momento en un ritual es otra manera de dignificar la comida y de cuidarte.

El poder de los sentidos

Comer con calma también es activar los cinco sentidos. Observa los colores del plato, la textura de los alimentos, los aromas antes de probarlos. Incluso puedes cerrar los ojos un instante mientras masticas para identificar matices de sabor. Ese tipo de atención convierte un gesto cotidiano en un momento de disfrute y conexión contigo misma.

Lo sorprendente es que hasta un plato sencillo, como una ensalada, una crema de verduras o un yogur con fruta, puede transformarse en una experiencia más rica si lo comes con los sentidos despiertos. No se trata de preparar recetas complicadas, sino de aprender a mirar la comida como algo más que un trámite.

Beneficios más allá de la mesa

Incorporar este hábito no solo mejora la digestión. También ayuda a prevenir atracones, facilita mantener un peso equilibrado sin recurrir a dietas estrictas, reduce la ansiedad y refuerza la autoestima. Comer sin prisas es una manera de recuperar el control y de volver a disfrutar de lo que eliges.

Además, esta práctica se extiende a otros ámbitos de la vida. Si aprendes a bajar el ritmo en la mesa, también puedes aplicarlo a tu día a día: en las conversaciones, en el trabajo, en los paseos o en tus momentos de ocio. Comer con calma se convierte en una puerta de entrada hacia un estilo de vida más sereno y equilibrado.

Una forma sencilla de autocuidado

Comer con calma es mucho más que un consejo nutricional: es una herramienta práctica para reconectar con la comida y contigo misma. Bajar el ritmo, escuchar tu cuerpo, evitar distracciones y disfrutar con los sentidos son pasos sencillos que pueden transformar tu manera de alimentarte. No necesitas más tiempo ni complicaciones, solo la decisión de hacerlo diferente. Y cuando lo logras, descubres que nutrirse no es solo llenar el estómago: es una forma de autocuidado, de respeto y de conexión con lo que eres y con lo que necesitas.

 

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