Apps de citas: lo bueno, lo malo y lo feo de un amor (o algo parecido) online

J.Lizcano

Swipe a la derecha, notificación, match, conversación… silencio. Si usas apps de citas, este guion te sonará familiar.

27/09/2025

Para muchas mujeres, Tinder, Bumble, Hinge o cualquier otra plataforma de dating son casi inevitables en la vida moderna: un lugar donde conviven príncipes azules, sapos parlantes, intensos sin remedio y perfiles que parecen sacados de un catálogo de muebles de Ikea. Pero más allá de los memes, vale la pena ...

Para muchas mujeres, Tinder, Bumble, Hinge o cualquier otra plataforma de dating son casi inevitables en la vida moderna: un lugar donde conviven príncipes azules, sapos parlantes, intensos sin remedio y perfiles que parecen sacados de un catálogo de muebles de Ikea.

Pero más allá de los memes, vale la pena mirar estas apps con lupa: ¿qué tienen de bueno?, ¿qué esconden de malo? y sobre todo, ¿qué hay de francamente feo en esta forma de conocer gente?

Lo bueno: posibilidades infinitas (o casi)

- Acceso a un "universo" de gente: Antes, tus opciones eran compañeros de trabajo, amigos de amigos o el clásico "me lo presentó mi prima". Ahora, con un par de swipes puedes conocer a personas de tu ciudad o incluso del otro lado del mundo. La variedad es enorme: desde el chico que comparte tu obsesión por el sushi hasta la chica que también odia madrugar.

- Comodidad y control: Las apps ponen la pelota en tu cancha. Tú decides a quién das like, cuándo responder y si quieres seguir adelante o no. En especial en apps como Bumble, donde la primera palabra la tiene la mujer, se siente un poco más de control frente a dinámicas clásicas que suelen ser incómodas.

- Oportunidades reales: Aunque parezca increíble, hay muchas historias de éxito: parejas que se casaron, amistades que nacieron de un match inesperado, incluso contactos laborales. No todo es ligue casual.

Lo malo: lo que no sale en la foto

- Superficialidad extrema: Por mucho que una bio ingeniosa ayude, lo que manda es la foto. Al final, el swipe es una decisión de segundos basada en lo que ves, y eso puede ser agotador y un poco deprimente: ¿de verdad nos reducimos a una sonrisa y un filtro?

- Conversaciones vacías: Los primeros chats suelen ser una repetición de lo mismo: "¿Qué tal tu día?", "¿A qué te dedicas?", "¿Y tus hobbies?". La mayoría se queda ahí, sin chispa ni interés real. Eso genera la famosa "fatiga del swipe": la sensación de que estás invirtiendo energía sin resultados.

- Ghosting y desapariciones mágicas: Lo conoces, parece todo bien, y de repente puf, se esfuma sin explicación. El ghosting es casi parte del contrato no escrito de las apps de citas, y aunque lo sepamos, no deja de doler o frustrar.

Lo feo: lo que nadie quiere vivir

- Perfiles falsos y catfish: Sí, todavía pasa. Desde fotos que no corresponden hasta personas que inventan vidas enteras. Y aunque muchas apps trabajan en sistemas de verificación, los catfish siguen acechando.

- Mensajes incómodos o agresivos: Por desgracia, ser mujer en apps de citas significa exponerte a comentarios machistas, insinuaciones groseras o directamente acoso. Algo que convierte lo que debería ser divertido en una experiencia desagradable.

- La sensación de ser un "catálogo": Cuando todo se basa en "si no me convence, paso al siguiente", podemos terminar sintiéndonos como si fuéramos un producto en una vitrina. Y esa dinámica de consumo rápido de personas afecta la autoestima y la forma en que percibimos las relaciones.

Entonces… ¿merece la pena?

La respuesta es, sí, pero con reservas. Las apps de citas son como un buffet libre: hay de todo, desde lo más delicioso hasta lo que nunca deberías probar. La clave está en usarlas con expectativas realistas y con tus propios límites claros.

- No te tomes cada match como una señal de destino.

- Aprende a identificar red flags rápido (un "hola preciosa" a la primera línea puede ser un mal augurio).

- Y, sobre todo, recuerda que detrás de cada perfil hay una persona tan imperfecta como tú, aunque no siempre lo parezca.

Al final, las apps no son ni el demonio ni la salvación: son solo una herramienta. Lo bueno, lo malo y lo feo dependerá de cómo las uses… y de con quién decidas dar ese próximo swipe a la derecha.

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