El riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares está determinado por una serie de factores que pueden combinarse entre sí. Los expertos de noVadiet nos muestran los principales y nos enseñan ciertos hábitos y algunos cambios en el estilo de vida que podemos adoptar para minimizarlos: 1. Edad, sexo y antecedentes familiares Con el ...
El riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares está determinado por una serie de factores que pueden combinarse entre sí. Los expertos de noVadiet nos muestran los principales y nos enseñan ciertos hábitos y algunos cambios en el estilo de vida que podemos adoptar para minimizarlos:
1. Edad, sexo y antecedentes familiares
Con el paso de los años, las arterias pierden elasticidad y pueden endurecerse. Los hombres suelen presentar un mayor riesgo en edades tempranas, mientras que en las mujeres el riesgo aumenta tras la menopausia.
Hay que tener en cuenta que, si los padres han sufrido infartos, ictus o han sido diagnosticados con cardiopatías, el riesgo personal se incrementa. Como no podemos cambiar nuestro componente genético, la mejor manera de mantener un corazón sano si estamos en un grupo de riesgo es visitar al médico de manera preventiva y seguir sus consejos.
2. Hipertensión arterial
La presión arterial elevada somete a las paredes de los vasos sanguíneos a un estrés constante, lo que provoca microlesiones y favorece la acumulación de placas en las arterias.
Por este motivo, realizar chequeos regulares y seguir las indicaciones médicas, ya sea a través de cambios en el estilo de vida o en la medicación, es fundamental para mantenerse en niveles seguros y evitar el daño en las arterias a largo plazo.
3. Hiperlipidemias y diabetes
Niveles elevados de colesterol total, colesterol LDL o "colesterol" malo y triglicéridos, junto con niveles bajos de colesterol HDL o "colesterol bueno" pueden dar lugar a enfermedades coronarias, por el aumento de la formación de placas de ateroma a nivel de estas arterias, las coronarias.
Por su parte, tanto la diabetes tipo 1 como la diabetes tipo 2 -la más prevalente en la población adulta- incrementan significativamente el riesgo cardiovascular.
Teniendo en cuenta estos datos, es importante conocer y controlar los niveles de lípidos en la sangre, ya que el colesterol elevado favorece la aterosclerosis. Realizarse análisis con la periodicidad que estime el equipo médico es fundamental para saber en qué situación nos encontramos y cómo minimizar el riesgo cardiovascular si fuera necesario.
4. Tabaquismo y contaminación
El humo del tabaco contiene sustancias tóxicas que dañan la capa interna de los vasos sanguíneos, provocan inflamación y favorecen la formación de coágulos. De igual manera, la exposición a la contaminación del aire incrementa el riesgo de desarrollar enfermedades del corazón, ya que las partículas contaminantes que respiramos pasan a la sangre y también pueden dañar la capa interna de las arterias haciendo que se estrechen y se endurezcan.
Mantener, en lo posible, una vida alejada del humo, tanto de manera activa como pasiva, contribuirá a tener menos riesgo cardiovascular. Caminar en la naturaleza y alejarse de los focos más contaminados, como el centro de las ciudades en hora punta, es una buena forma de cuidar nuestro corazón.
5. Sedentarismo
La falta de actividad física no solo contribuye al aumento de peso y la obesidad, sino también a la reducción de la masa muscular y de la capacidad del corazón para funcionar de manera eficiente.
Para evitar el sedentarismo y mejorar la función cardiaca, los expertos aconsejan la práctica de ejercicio moderado de forma regular, con al menos 150 minutos semanales. Actividades como caminar, correr, nadar o andar en bicicleta, unidas a ejercicios de fuerza para el desarrollo muscular, en función de cada condición física, son fundamentales para mantener el corazón en óptimas condiciones.
6. Dieta inadecuada
Una alimentación rica en grasas saturadas, azúcares y sal, y pobre en frutas, verduras, cereales integrales y grasas saludables incrementa la probabilidad de desarrollar enfermedades cardiacas. Además, el exceso de grasa corporal, especialmente en el área abdominal, incrementa la carga de trabajo del corazón y se asocia a un deterioro del sistema cardiovascular.
Para evitarlo, conviene llevar una alimentación adecuada, teniendo en cuenta que la dieta no solo influye a la hora de mantener un peso saludable, sino que también regula parámetros como la presión arterial, la glucemia y el perfil lipídico.
7. Estrés crónico y mala calidad del sueño
El estrés prolongado eleva los niveles de hormonas como el cortisol, lo que puede incrementar la presión arterial, elevar la glucosa en sangre y favorecer la acumulación de grasa abdominal. Por su parte, la falta de sueño o los trastornos del sueño, como la apnea obstructiva, están asociados con un mayor riesgo de hipertensión, obesidad y diabetes.
Con el fin de mejorar nuestra higiene de sueño y sentirnos más relajados, resulta muy útil introducir actividades como yoga, meditación guiada y técnicas de respiración. Apagar las pantallas al menos una hora antes de irnos a la cama, para minimizar la exposición a la luz azul en las horas previas a dormir, y mantener la habitación fresca y ventilada, también nos permitirán mejorar la calidad de nuestro sueño y el descanso nocturno.