La ineficiencia energética de los hogares se ha convertido en uno de los principales frentes de las políticas nacionales y europeas de descarbonización y lucha contra el cambio climático. No es casual: según datos del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), las viviendas españolas consumen más del ...
La ineficiencia energética de los hogares se ha convertido en uno de los principales frentes de las políticas nacionales y europeas de descarbonización y lucha contra el cambio climático.
No es casual: según datos del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), las viviendas españolas consumen más del 20% de toda la energía nacional, lo que convierte a este ámbito en un objetivo prioritario dentro de las estrategias de rehabilitación. Entre todas las medidas posibles, el aislamiento térmico se ha consolidado como la más determinante, tanto por su impacto en la reducción de emisiones como por su capacidad de generar ahorros directos en la factura energética.
Sin embargo, el valor del aislamiento no se limita al terreno económico o medioambiental. Su ausencia acarrea una serie de consecuencias que, aunque menos visibles a primera vista, afectan al confort y la salud de los usuarios, así como a la durabilidad de los edificios.
Teniendo en cuenta que, según la Asociación Nacional de Fabricantes de Materiales Aislantes, en los últimos seis meses solo un 9% de los españoles ha mejorado el aislamiento de su vivienda para reducir el consumo energético, frente al 14% de media en Europa, resulta evidente que muchas de las consecuencias de la ineficiencia siguen pasando desapercibidas.
Para ponerlas en evidencia, los expertos de Sto Ibérica, filial de la compañía alemana de desarrollo y suministro de soluciones constructivas innovadoras, han identificado los principales costes invisibles de vivir en una vivienda ineficiente energéticamente.