Los cálculos renales son una alteración más frecuente de lo deseable. Pueden presentarse a cualquier edad y, en algunos casos, pueden considerarse hereditarios. Suelen clasificarse en diferentes tipos porque pueden formarse por distintas causas. Pueden repetirse, especialmente cuando no se encuentra y trata la causa de su aparición. Los especialistas señalan ...
Los cálculos renales son una alteración más frecuente de lo deseable. Pueden presentarse a cualquier edad y, en algunos casos, pueden considerarse hereditarios. Suelen clasificarse en diferentes tipos porque pueden formarse por distintas causas. Pueden repetirse, especialmente cuando no se encuentra y trata la causa de su aparición.
Los especialistas señalan que, entre las causas de aparición de los cálculos renales destacarían:
1-Como principal factor de riesgo para su formación destacaría el consumo insuficiente de líquido y, consecuentemente, de baja producción de orina.
2-El padecimiento de determinadas enfermedades, como las que afectan al intestino delgado, por ejemplo.
3-La administración de ciertos medicamentos.
4-La presencia de compuestos químicos formadores de cristales que pueden convertirse en cálculos con el paso del tiempo (semanas o meses, incluso). Los más frecuentes, especialmente en hombres entre 20 a 30 años de edad, están formados por calcio. La combinación de calcio con oxalato (presente en alimentos como las espinacas y en los suplementos de vitamina C, por ejemplo), fosfato o carbonato es lo más habitual.
5-Los altos niveles de ácido úrico, pueden provocar la formación de cálculos a partir de este compuesto.
6-La cistinuria, un trastorno hereditario, puede formar cálculos de cistina debido a su acumulación.
7-Las infecciones urinarias recurrentes también generan tendencia a formar cálculos. En este caso, pueden crecer mucho y provocar obstrucciones.
En general, no suelen presentarse síntomas asociados a la existencia de cálculos renales hasta que se desplazan por los uréteres, pudiendo bloquear el flujo de orina desde los riñones. Los síntomas deben ser tratados por el médico e incluyen un fuerte dolor en la espalda (normalmente en la zona lumbar), en la zona abdominal o lateral de la espalda y que puede irradiar a zonas cercanas, orina con apariencia turbia, sangre, color anómalo y mal olor, sensación de picor y ardor al orinar, náuseas, vómitos, fiebre y escalofríos.
El diagnóstico debe hacerlo el médico. Se basa en la historia clínica, análisis de sangre (para evaluar los niveles de calcio, fósforo, ácido úrico y electrolitos) y orina (existencia de cristales y glóbulos rojos), estudio de la función renal, análisis del cálculo tras su expulsión para determinar tipo y composición y pruebas de imagen (radiografía, tomografía y ecografía, entre otros).
El tratamiento debe ser pautado por el médico. Se decidirá en función del tipo de cálculo y la gravedad de los síntomas del paciente. Los cálculos renales de pequeño tamaño suelen pasar a través del aparato urinario por sí solos, sin necesidad de intervención, aunque con mucho dolor (que se trata con analgésicos y opiáceos). En ocasiones, es necesaria la hospitalización hasta la expulsión. La cirugía se aplica en casos determinados por el médico, fundamentalmente el tamaño del cálculo.