El impacto de estas infecciones no se limita al plano clínico. En personas mayores, la fiebre, la fatiga y la dificultad respiratoria suelen derivar en pérdida de autonomía, reducción de la actividad física y limitación de la vida social. "En muchos casos, estas infecciones actúan como desencadenante de otros problemas ...
El impacto de estas infecciones no se limita al plano clínico. En personas mayores, la fiebre, la fatiga y la dificultad respiratoria suelen derivar en pérdida de autonomía, reducción de la actividad física y limitación de la vida social. "En muchos casos, estas infecciones actúan como desencadenante de otros problemas de salud ya presentes, como la descompensación de enfermedades cardiovasculares o respiratorias crónicas. Además, la hospitalización por una infección respiratoria aumenta el riesgo de deterioro cognitivo y de pérdida de masa muscular", señala Miriam Piqueras, directora médica de Sanitas Mayores.
Ante esta situación, los expertos recomiendan:
Mantener hábitos que refuercen el sistema inmune.
Una alimentación equilibrada, rica en frutas, verduras, cereales integrales y proteínas de calidad, aporta los micronutrientes necesarios para que el organismo funcione de manera adecuada. A ello se suma la importancia del descanso nocturno, ya que dormir bien favorece la regeneración celular, y la práctica regular de ejercicio moderado, que contribuye a mantener el cuerpo activo y fuerte frente a las infecciones.
Ventilar y humidificar los espacios cerrados (manteniendo los dispositivos limpios para evitar hongos o bacterias).
En otoño aumenta el tiempo que se pasa en interiores, lo que incrementa la exposición a patógenos en ambientes poco ventilados. Abrir ventanas al menos diez minutos al día, utilizar humidificadores y evitar la acumulación de polvo mejora la calidad del aire y dificulta la propagación de virus respiratorios.
Reforzar la higiene de manos y el uso de mascarilla en espacios concurridos.
El lavado frecuente de manos con agua y jabón, o con soluciones hidroalcohólicas, sigue siendo uno de los métodos más eficaces para frenar la transmisión. En situaciones de alta densidad de personas, como transporte público, centros sanitarios o eventos sociales, el uso de mascarilla añade una capa extra de protección, especialmente relevante para quienes forman parte de grupos de riesgo (especialmente útil en inmunodeprimidos o personas con enfermedades respiratorias crónicas).
Consultar al especialista en caso de síntomas persistentes.
Fiebre mantenida, tos intensa o dificultad para respirar no deben normalizarse. La valoración médica también permite descartar coinfecciones o complicaciones como neumonía o exacerbaciones de EPOC o asma que pueden modificar la forma en que el sistema inmunitario.