Los auriculares con cable: toda una declaración de intenciones

Ángela Zorrilla

Hubo un tiempo en que los auriculares con cable eran sinónimo de nostalgia tecnológica. Sin embargo, como ocurre con casi todo en el mundo de la moda, lo "anticuado" ha vuelto a ser tendencia. Si, una vez más, podemos decir aquello de "todo vuelve". 

08/11/2025

Para la generación Z y los influencers, llevar auriculares con cable se transforma en un elemento de estilo que desafía lo "invisible" y minimalista del mundo inalámbrico. Este otoño, los cables se han convertido en accesorios imprescindibles, símbolo de una estética que reivindica lo analógico frente a lo inalámbrico y lo ...

Para la generación Z y los influencers, llevar auriculares con cable se transforma en un elemento de estilo que desafía lo "invisible" y minimalista del mundo inalámbrico. Este otoño, los cables se han convertido en accesorios imprescindibles, símbolo de una estética que reivindica lo analógico frente a lo inalámbrico y lo desechable. Y, por lo tanto, también son pura tendencia esos auriculares con cable que hace un par de décadas que tienes guardados en el cajón.

De los desfiles a la calle

La señal fue clara. En el desfile otoño-invierno 2024-2025 de Conner Ives, la periodista y musa británica Tish Weinstock desfiló vestida de novia, envuelta en una creación confeccionada íntegramente con auriculares de cable. El mensaje era tan literal como poético: lo conectado está de vuelta. Desde entonces, las pasarelas han servido de amplificador para una corriente que mezcla nostalgia dosmilera, practicidad y una cierta rebeldía silenciosa frente al minimalismo sin cables.

En las calles de Nueva York, París o Tokio, modelos e influencers han cambiado sus auriculares inalámbricos por los clásicos auriculares con cable, dejándolos colgar del cuello o asomando por la solapa del abrigo. En España, también empieza a ser una imagen habitual en las ciudades, en el transporte público y en los bares. Así que sí - si ves por la calle alguien con auriculares con cable colgando ostentosamente, no es viejo-modo, puede ser hecho a propósito. Es parte de la moda: un complemento que une música + nostalgia + estética visible.

La imagen recuerda a una juventud más despreocupada, la de los iPods y las playlists grabadas a mano. Hoy, esa estética se reinventa: los cables vuelven a ser parte del outfit, un accesorio tan visible como un bolso o unas gafas.

Más allá de la moda, el regreso del cable tiene un punto contracultural. En un mundo dominado por la conectividad constante y la obsolescencia rápida, el auricular con cable representa durabilidad, autenticidad y control. No hay baterías que cargar, ni emparejamientos fallidos, ni riesgo de que uno de los auriculares desaparezca misteriosamente. Solo sonido directo, sin filtros.

La paradoja del enredo

Por supuesto, volver a los cables tiene su precio: enredos, nudos imposibles y el clásico gesto de desenrollar mientras esperas el metro. Un pequeño drama cotidiano que cualquiera que haya vivido la era pre-wireless conoce de memoria. Pero quizá esa molestia sea, en el fondo, parte del encanto.

En una época en la que todo se desliza con un toque o un comando de voz, los cables nos obligan a un tipo distinto de atención. Desenredar es casi un gesto meditativo, una pausa física entre notificación y notificación. Hay algo humano en esa pequeña lucha con el cable rebelde que se resiste a cooperar: es imperfecta, frustrante, pero también real.

Los auriculares con cable nos devuelven a una sensación táctil de la tecnología. No se trata solo de escuchar música, sino de sentirla: enrollar el cable alrededor de la mano, conectarlo al móvil, escuchar ese chasquido mínimo al encajar el jack. En un mundo donde todo busca desaparecer -desde los botones hasta los cargadores-, el cable se convierte en símbolo de resistencia a la invisibilidad.

Los auriculares con cable ya no son solo una herramienta sonora: son una declaración de intenciones. En un panorama donde la tecnología busca desaparecer, su visible presencia se convierte en acto de resistencia estética. Y aunque desenredarlos siga siendo una pequeña odisea diaria, parece que la moda ha decidido que vale la pena.

 

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