Esta limpieza facial puede ser profunda, pero también delicada, capaz de mantener la piel calmada, hidratada y con su barrera protectora intacta. Una propuesta que devuelve protagonismo a la belleza más honesta, aquella que se expresa sin artificios y que se resume en la fuerza de un rostro lavado. Este concepto ...
Esta limpieza facial puede ser profunda, pero también delicada, capaz de mantener la piel calmada, hidratada y con su barrera protectora intacta. Una propuesta que devuelve protagonismo a la belleza más honesta, aquella que se expresa sin artificios y que se resume en la fuerza de un rostro lavado.
Este concepto de "rostro lavado" no es únicamente la ausencia de maquillaje. Es también un símbolo de confianza y autenticidad: mostrar la piel tal como es, incluso cuando es sensible, reactiva o imperfecta. Una declaración de aceptación personal que redefine la belleza como algo más real y cercano, en un momento en que las rutinas de autocuidado buscan tanto la salud como la naturalidad.
Se trata del conjunto de microorganismos -principalmente bacterias, hongos, virus y ácaros- que habitan de forma natural en nuestra piel. Lejos de ser dañinos, la mayoría de estos microorganismos desempeñan funciones esenciales en la protección y el equilibrio del ecosistema cutáneo.
La microbiota de la piel actúa como una primera línea de defensa frente a agentes patógenos. Además, interactúa con el sistema inmunológico, ayudando a regular la respuesta inflamatoria y contribuyendo a mantener una barrera cutánea saludable. Un desequilibrio en esta comunidad microbiana -conocido como disbiosis- puede favorecer la aparición de problemas como acné, dermatitis o infecciones.
Nutrir correctamente la microbiota cutánea implica mantener hábitos y cuidados que respeten su equilibrio natural. El uso excesivo de productos antibacterianos o cosméticos agresivos puede eliminar microorganismos beneficiosos, debilitando la barrera protectora. Por ello, es recomendable utilizar limpiadores suaves, evitar la sobreexfoliación y optar por productos que contengan prebióticos, probióticos y postbióticos, los cuales favorecen el crecimiento de bacterias beneficiosas.
La alimentación también influye en la salud del microbioma cutáneo. Una dieta rica en frutas, verduras, grasas saludables y agua contribuye a un entorno interno más equilibrado, lo que se refleja directamente en la piel. Asimismo, evitar el estrés, dormir bien y proteger la piel del sol son medidas que ayudan a mantener un microbioma fuerte y funcional.