La leche materna es un "superalimento" diseñado a la medida de cada bebé. Su composición cambia según las necesidades del pequeño: no es igual la leche del primer día -rica en calostro, ese oro líquido cargado de defensas- que la de los siguientes meses. Contiene proteínas, grasas, azúcares y anticuerpos ...
La leche materna es un "superalimento" diseñado a la medida de cada bebé. Su composición cambia según las necesidades del pequeño: no es igual la leche del primer día -rica en calostro, ese oro líquido cargado de defensas- que la de los siguientes meses. Contiene proteínas, grasas, azúcares y anticuerpos que ayudan al bebé a desarrollarse y protegerse frente a infecciones, alergias y enfermedades.
Diversos estudios han demostrado que los bebés amamantados tienen menos riesgo de sufrir diarreas, otitis, infecciones respiratorias y enfermedades gastrointestinales. Además, la lactancia contribuye al desarrollo del sistema inmunológico y puede reducir la probabilidad de obesidad o diabetes tipo 2 en la infancia. En pocas palabras, es la primera vacuna que un niño recibe al llegar al mundo.
Amamantar no es solo cuestión de nutrientes. Durante la lactancia, el cuerpo de la madre libera oxitocina, la llamada "hormona del amor", que refuerza el vínculo afectivo y genera una sensación de calma tanto en ella como en el bebé. El contacto piel con piel regula la temperatura, el ritmo cardíaco y la respiración del recién nacido, mientras le brinda seguridad y consuelo.
Esa cercanía también tiene un impacto emocional en las madres: favorece la confianza, reduce el estrés y puede disminuir el riesgo de depresión posparto. Amamantar no siempre es fácil, sobre todo al principio, pero las recompensas emocionales y físicas hacen que cada esfuerzo valga la pena.
La lactancia materna protege la salud de la mujer a corto y largo plazo. Durante los primeros meses, ayuda a que el útero recupere su tamaño normal más rápidamente y contribuye a reducir el sangrado posparto. Además, al consumir energía adicional, puede favorecer la pérdida del peso ganado durante el embarazo.
No todas las madres pueden o eligen amamantar, y eso también está bien. Las razones son muchas: problemas de salud, dificultades en la producción de leche, dolor, medicación incompatible o simplemente una decisión personal. En esos casos, las fórmulas infantiles garantizan que los bebés reciban los nutrientes que necesitan para crecer fuertes y sanos.
Lo verdaderamente importante es que cada madre encuentre la forma de alimentar y cuidar a su hijo con amor, sin culpa ni presiones. La maternidad no es perfecta, y la lactancia tampoco tiene por qué serlo. Lo esencial es que madre e hijo estén bien, física y emocionalmente.