Funciones Su función primordial se centra en la regulación de la glándula tiroides, pero también participa en procesos como la síntesis de colesterol, el crecimiento, la mejoría de la agilidad mental, la buena salud de piel, pelo, dientes y uñas. Asimismo, se ha descubierto que presenta una cierta actividad quemagrasa que ...
Su función primordial se centra en la regulación de la glándula tiroides, pero también participa en procesos como la síntesis de colesterol, el crecimiento, la mejoría de la agilidad mental, la buena salud de piel, pelo, dientes y uñas. Asimismo, se ha descubierto que presenta una cierta actividad quemagrasa que resulta interesante para quienes desean mantener su peso en límites óptimos.
Externamente se utiliza para limpiar y desinfectar heridas (existen muchos preparados farmacéuticos desinfectantes que lo incluyen y puedes encontrar en la farmacia) y en las pastillas potabilizadoras de agua (de uso menos habitual pero necesario en zonas donde no está garantizada la salubridad del agua).
El yodo que ingerimos con los alimentos se absorbe a nivel intestinal y, desde ahí, viaja por el torrente circulatorio hasta la glándula tiroides, donde se almacena y se utiliza en el momento adecuado para sintetizar hormonas como la tirosina.
Lo obtenemos a partir de mariscos (gambas, almejas o berberechos), pescados (bacalao, caballa, sardinas o atún), vegetales (ajo, acelgas o judías verdes), las algas (en las que se encuentra en una proporción muy elevada) y, lo más habitual, el consumo de sal yodada. Esta sal enriquecida debería ser de uso habitual en todos los hogares y, especialmente, en zonas interiores porque, como solemos adicionarla a todas las comidas, supone un aporte continuo de yodo. También es importante recordar que ciertos alimentos reducen su absorción (legumbres, repollo, nueces, etc.) por lo que debemos tenerlo en cuenta a la hora de diseñar los menús. Lo mismo sucede con algunos medicamentos que interfieren en su absorción y funcionamiento como ocurre con el litio o los antidiabéticos orales.
Las cantidades diarias que necesitamos varían con la edad y en ciertas situaciones como el embarazo. Los niños requieren una proporción menor que los adultos y durante el embarazo o la lactancia se aumentan los requerimientos. Su carencia durante el embarazo puede provocar alteraciones en el desarrollo fetal.
En los adultos niveles bajos de este oligoelemento causan bocio (enfermedad caracterizada por el aumento de tamaño de la tiroides) y, en general, hipotiroidismo, que era muy habitual en zonas de interior y con suelos pobres en yodo (donde las verduras que allí se cultivan no lo absorben). La carencia se manifiesta en piel y cabello secos, sensación constante de frío, tendencia a la obesidad y al estreñimiento.
También el exceso es negativo, por lo que no debemos suplementarlo salvo por indicación expresa del médico. Una elevada cantidad en el organismo puede causar hipertiroidismo que cursa con taquicardias, nerviosismo y pérdida de peso. Mucho cuidado con la automedicación y no lo consumas de manera innecesaria. Consulta cualquier duda con el médico.