No se trata de falta de capacidad, ni de talento. Al contrario: las mujeres mayores de 45 suelen ser las más comprometidas, experimentadas y resilientes. Pero hay un cansancio que pesa más que el físico: el cansancio emocional de remar contra corriente. Después de años sorteando techos de cristal, brechas salariales ...
No se trata de falta de capacidad, ni de talento. Al contrario: las mujeres mayores de 45 suelen ser las más comprometidas, experimentadas y resilientes. Pero hay un cansancio que pesa más que el físico: el cansancio emocional de remar contra corriente.
Después de años sorteando techos de cristal, brechas salariales y dobles jornadas, muchas se enfrentan hoy a una nueva forma de exclusión: la invisibilidad laboral. De repente, los puestos clave se asignan a perfiles "más jóvenes", "más ágiles" o "con visión digital". Lo que se traduce, muchas veces, en una pérdida de valor percibido, simplemente por la edad.
¿Discriminación etaria o falta de visión?
Según estudios recientes de la OIT y organismos locales de empleo, las mujeres entre 45 y 60 años tienen una de las tasas más altas de desempleo de larga duración, incluso por encima de los hombres de su misma edad. Y para aquellas que sí conservan su empleo, el avance profesional parece haberse detenido. No hay promociones, ni formación, ni proyectos desafiantes. Solo estancamiento.
Esta realidad no solo es injusta, sino contraproducente para las empresas. Diversas investigaciones demuestran que los equipos multigeneracionales son más creativos y eficientes. Sin embargo, persisten los prejuicios: que si les cuesta adaptarse a la tecnología, que si no están dispuestas a "dar el 200%", que si tienen demasiadas responsabilidades familiares.
La paradoja es dolorosa: se espera que sean jóvenes y energéticas, pero también maduras y con experiencia… sin que eso signifique "viejas".
La carga invisible
Además del desgaste profesional, muchas mujeres cargan con una mochila silenciosa: el cuidado de hijos (que a veces aún viven en casa), padres mayores, nietos, y un hogar que nunca deja de exigir. Todo eso, mientras intentan mantenerse vigentes en un entorno que premia la juventud y la velocidad.
Este combo desgasta, y lleva a muchas a pensar: "¿Vale la pena seguir luchando por un espacio que ya no me quiere?"
¿Y si se trata de redefinirse?
A pesar de este panorama, cada vez más mujeres están encontrando caminos alternativos. Algunas emprenden, otras cambian de rubro, estudian algo nuevo o se reinventan como mentoras o consultoras. Lo que antes parecía el final de una etapa, hoy puede ser el inicio de una transformación personal y profesional.
Sobre todo, porque no se trata de romantizar la precariedad ni de maquillar la discriminación. Pero sí de visibilizar nuevas formas de poder y propósito. Las mujeres mayores de 45 tienen mucho por decir, por enseñar y por liderar. El sistema laboral tradicional tal vez no las esté valorando como debería, pero eso no significa que su historia profesional haya terminado.
Por ello, es urgente que las organizaciones replanteen sus políticas de diversidad e inclusión. No basta con hablar de género si se ignora la variable edad. Incorporar, formar y retener talento senior femenino no solo es justo: es estratégico.
Pero también es un llamamiento interno. Porque quizás no se trata de "tirar la toalla", sino de elegir en qué ring queremos pelear. Y si no hay espacio en los de siempre, quizás sea hora de crear uno propio.